Texto de Javier Carreño y Kepa Matilla

Planteamiento de la problemática

Hace ya un año asistimos a la interesante XVI Conversación Clínica del Instituto del Campo Freudiano en Barcelona. Se escucharon varios casos de lo que se ha venido a llamar, desde que Jacques-Alain Miller lo creara en 1998,[1] “psicosis ordinaria”, término no muy afortunado en su traducción al castellano por la polisemia de la palabra “ordinario”, que navega entre lo “común”, lo “bajo”, lo “basto”, lo “vulgar”, lo “grosero” y la “poca estimación”.[2] Se trata de psicosis que destacan por lo peculiar de sus formas de estabilización y su aspecto francamente neurótico[3] o “normalizado” a nuestro entender. Preferimos por ello el término propuesto por José María Álvarez de “psicosis actuales” o “locura normalizada”.[4]

Acostumbrados a las formas más clásicas de la psicosis y la neurosis, por su cotidianeidad en los servicios públicos, encontramos ciertas dificultades para entender en el mismo orden estructural casos sin duda más livianos y cuyos criterios diagnósticos, muchas veces, consisten simplemente en la articulación de una serie de rarezas. En estos casos, efectivamente, no disponemos del poderoso argumento de la alucinación verbal, el delirio, la autorreferencia enfermiza, el automatismo mental o el delirio de indignidad, por lo que tenemos que caminar sobre un terreno poco estable. En este sentido, entendemos que “psicosis ordinaria” alude a un “programa de investigación más que a una categoría diagnóstica” como recuerda Éric Laurent;[5] y, algo parecido sostiene J.-A. Miller, cuando afirma que no está seguro ni de que la psicosis ordinaria pueda existir “de forma objetiva en la clínica” (es decir, que no considera que tenga la misma entidad que las categorías clásicas), ni de que se trate de “una categoría objetiva”.[6] Es decir, según la línea argumental de J.-A. Miller y É. Laurent, la psicosis ordinaria no sirve como etiqueta diagnóstica ni es algo con lo que podamos conformarnos, sino que “hay que intentar clasificarla de forma psiquiátrica”, esto es, “no hay que decir simplemente que es una psicosis ordinaria”.[7] Si hablamos de psicosis ordinaria, hay que especificar de qué psicosis estamos hablando, relacionarla con las categorías nosográficas clásicas. Si esto no se realiza, la psicosis ordinaria se convierte en un “asilo de la ignorancia”.[8] Afirmaciones todas estas muy contundentes que cuestionan nuestros comentarios de casos donde “psicosis ordinaria” suele aparecer de manera frecuente como diagnóstico. Es en dichas situaciones cuando consideramos muy acertada la asimilación entre psicosis ordinaria y asilo de la ignorancia.

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