A veces los analistas lacanianos solemos referirnos al discurso del amo como uno de los males de nuestra época, un mal del que habría que curarse, o al menos resguardarse. Y seguramente hay buenas razones para ello, especialmente si tenemos en cuenta la alianza actual del discurso del amo con el discurso de la ciencia y del más feroz neocapitalismo. Sin embargo, si seguimos la enseñanza de Lacan2, hay que concluir que el inconsciente mismo es el discurso del amo, que el inconsciente tiene su misma estructura, su misma ordenación desplegada en un discurso, la del inconsciente como discurso del Otro. Querer curarse del discurso del amo sería entonces querer curarse también del inconsciente, librarse de él de manera definitiva. Y seguramente hay también buenas razones para quererlo. No sería ésta la primera, ni la última, de las paradojas del psicoanálisis.

Lacan abordó esta paradoja enunciando, a finales de los años sesenta y poco después de fundar su Escuela, que el discurso del amo es, o está en, el reverso del discurso del analista. Y todo el problema es cómo los analistas entendemos hoy este «reverso», cómo operamos con él, tanto en la experiencia analítica con cada analizante, como también en la propia experiencia de la Escuela, donde tratamos con este colectivo llamado por Jacques-Alain Miller la «Escuela-sujeto». ¿Cómo servirnos del discurso del amo, reverso del discurso del analista, sin terminar sirviéndolo a él? Cada acto de Escuela está marcado por esta elección.

Quiero detenerme con ustedes en la importancia de esta paradoja para situar lo que he llamado «nuestro discurso del amo».

Decir «nuestro discurso del amo» supone una comunidad de experiencia nada obvia. ¿Podemos compartir, todos nosotros, de la misma forma un mismo discurso del amo? Nada es menos cierto. En realidad, la experiencia nos muestra todo lo contrario. El inconsciente, como discurso del amo, no se deja colectivizar por ningún «nosotros». Considerado desde la experiencia analítica, —uno por uno, como solemos decir— hablar de «nuestro discurso del amo» sería tan contradictorio como hablar de un inconsciente colectivo, famosa idea jungiana que Freud contradijo punto por punto y que Lacan refutó: no hay colectivización posible del inconsciente.

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