«Todo el mundo está en su mundo». ¿Es tan evidente hoy que tenemos un mundo propio? ¿Qué significa hoy «mi mundo?» ¿ Seguimos teniendo un mundo propio, en el sentido de «estar en el mundo?» Un mundo cuyas expresiones coloquiales «ese no es tu mundo» o «¿en qué mundo vives»? pueden dar idea de lo que constituye nuestro hogar (home), el lugar del Otro, la familia de cada uno. En literatura, pensé inmediatamente en el «mundo de Proust», porque su mundo puede parecernos familiar: los personajes, el ambiente de los salones parisinos, etc., la sociedad que describe está a años luz de la nuestra, y, sin embargo, en cierto sentido, el mundo de Proust ya forma parte del nuestro, nos reconocemos en él, porque lo que fascina a Proust son las peculiaridades de sus personajes, es decir, los síntomas relacionados con la amistad, el deseo, el amor. Se revela un mundo entero, no como una totalidad, sino a partir de un Dasein, el mundo propio de cada persona, llevado por el sentido y su uso de goce.

Pero hay que decir que la idea de un mundo propio, incluso de un mundo a secas, está en entredicho desde hace mucho tiempo. Como dijo Sartre en su crítica de la psicología con pretensión científica, «la idea de mundo ha desaparecido». El mundo está en descomposición, a medida que la ciencia galopa y renuncia a ser positiva y al mismo tiempo a buscar el sentido de esta totalidad sintética que llamamos mundo.

«Cada uno en su mundo» recuerda la definición que Lacan da de la rutina, en el Seminario Encore, la rutina que asocia el significante al significado, «esta buena rutina que hace que el significado conserve siempre el mismo sentido», y que nos asegura el sentimiento «que cada uno tiene de formar parte de su propio mundo». Pero hay que añadir, como hace Jacques-Alain Miller, «lo que nos queda como mundo». En efecto, a medida que el discurso galopante de la ciencia lo alcanza todo, lo que constituye nuestro mundo (nuestros seres queridos, la familia, la procreación, etc.) se reduce enormemente y se tambalea sobre su base. Lo que constituye nuestra actitud subjetiva, la familia, la procreación, la sexuación, vacila. Esto está en consonancia con lo que aprendemos de la experiencia analítica, en consonancia también con la última enseñanza de Lacan: la paternidad es una ficción jurídica, y hoy la maternidad también está a punto de serlo. El padre no existe, solo es un padre, un padre-versión, La Mujer no existe, pero El hombre tampoco, el síntoma es una creencia, ¿el amor? una locura.

Entonces, el título de estas Jornadas deja claro desde el principio que se trata de acercarse, de dibujar, de definir los contornos de un aspecto de la subjetividad de nuestro tiempo. En la medida en que Lacan siempre ha indicado al psicoanalista estar conectado a la subjetividad de su tiempo. Pero ¿con qué fin? Desde luego no con fines sociológicos, la sociomanía, como decía Ph. Sollers, ni ideológico, desde el momento en que se deplora o lamenta el tiempo presente. Esto sería un callejón sin salida porque no, el mundo no se ajustará al deseo del psicoanalista. Entonces, ¿se trata, por el contrario, de casarse con estos tiempos, de amoldarse a ellos, para defenderse de estar atrasado, anticuado, incluso reaccionario? Eso sería convertirse en el guardián de la época, que es tanto como decir de la realidad social.

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