Durante la preparación de este texto1 cometí un acto fallido: estaba convencida que el tema que nos convocaba era “La formación del analista”.

No voy a pasar por alto esta formación del inconsciente, muy al contrario, voy a escribir mi texto a partir de ella.

En 1973 Lacan dirá, no hay formación del analista, lo que hay son formaciones del inconsciente. No hay formación del analista en el sentido de un cursus que podría terminar eternizándose como una formación del inconsciente, y por la multiplicidad de las interpretaciones que promueve, apuntaría al agotamiento de sus significaciones. La formación del analista debe ser concebida como la apertura de un deseo decidido de saber.

Lo que parece que está muy claro es que para mí es indisociable ser miembro de la Escuela y la formación del analista, así como también, cuando un sujeto entra en la Escuela consiente con la formación que ésta dispensa.

Considero que ser miembro de la Escuela supone en el horizonte el deseo de analista y por lo tanto el pase, aunque sea desconocido para el sujeto.

Voy a ir por tanto desarrollando estas cuestiones inherentes a ser miembro de la Escuela.

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