A partir del tema de nuestro Encuentro, una pregunta se impone: ¿qué sería exactamente lo nuevo en el amor?1

En cuanto a lo nuevo, se trata de las manifestaciones de un “nuevo real”2 él mismo producto del discurso de la ciencia y sus derivas tecnológicas. Se trata de un real que ya no está marcado por las prohibiciones al goce sino, por el contrario, por su incitación, facilitado por los alcances de la técnica. El contexto de lo nuevo se ve marcado así, por nuevas modalidades de encuentro con “la hiancia intrínseca al goce”3, es decir, nuevos encuentros con lo imposible cuando éste ya no está más cubierto por el velo de las interdicciones paternas.

Esto da como resultado lo que llamamos “nuevos síntomas”. Freud ya había detectado esa correlación entre la formación de nuevos síntomas y la civilización. Es lo que él busca interpretar a partir del aumento de enfermedades nerviosas y neurastenias producto de la “moral sexual” de su época. Y es precisamente en este contexto donde se produce la invención de una nueva modalidad de amor, el amor de transferencia. Una forma de demanda que, contrariamente a lo que se esperaría en el ámbito amoroso, no debe ser satisfecha ni suprimida: “el camino que debe seguir el analista no es ninguno de éstos; es un camino para el que no hay modelo en la vida real”4. Vemos aquí cómo se instala “un nuevo amor” a partir de la aparición, en este caso, del discurso analítico. Es lo que permite a Lacan poder afirmar, a partir de la lectura del poema Una Razón, de Rimbaud, que el surgimiento de “un nuevo amor” es signo de que hemos cambiado nuestro discurso5.

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