No parece que exista una definición de lo que es ser miembro de la Escuela1. En nuestros estatutos no aparece nada sobre esto más allá de relatar los derechos y obligaciones de ellos, para todos igual.

Esto parece estar en consonancia con lo que Miller expone en el capítulo XII de “El Banquete de los Analistas”, “La Escuela de Lacan”. Lacán bautizó como Escuela a la reunión de los que seguían su enseñanza. La fundó en nombre propio, “Fundo –tan solo como siempre estuve en mi relación con la causa psicoanalítica- la Escuela francesa de Psicoanálisis”2, y no como una sociedad en nombre colectivo.

Lacan pensó la fundación de la Escuela en dos tiempos. El tiempo 1 corresponde al Acto de Fundación en el 64, es el tiempo de hacerla existir, poblarla con los trabajadores decididos orientados por su formación. Y el tiempo 2 con la Proposición del 9 de octubre del 67, sobre el psicoanalista de la Escuela, ¿Qué psicoanalista es el adecuado para esta Escuela de trabajadores?

En el tiempo 1 está en juego el trabajo, la formación, pero sin garantía, la Escuela no garantiza la formación de sus miembros, psicoanalistas de hecho que se autorizan por sí mismos. Todos iguales ante el trabajo, y para garantizar esta igualdad pensó en la permutación, el que hoy es más uno de un cartel, mañana volverá a la base.

Con la Proposición se pasa del psicoanalista de hecho al psicoanalista de derecho. Miller dice que la Proposición es un discurso sobre el origen de la desigualdad entre los psicoanalistas y los miembros de la Escuela.

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