Amor y repetición

Con mucha frecuencia, en un sentido clásico, freudiano, inclusive en la primera enseñanza de Lacan, identificamos el amor con la repetición más que con la otredad. No podemos negar que el amor tiene este anclaje de repetición. La experiencia clínica misma es tributaria de esto. La concepción misma de la transferencia se funda para Freud en la repetición de un amor que, aunque artificial, es decir, desencadenado por el artificio de la transferencia, no dejaría de ser la renovación de un viejo amor.

Si nos aproximamos de una forma general a la teoría freudiana del amor nos encontramos con que la matriz del amor tiene en última instancia como soporte la estructura. Y es el Edipo freudiano lo que nos conduce a captar una estructura de la subjetividad en la cual el amor, en los tipos de deslizamiento que podemos ofrecerle, queda de una manera u otra atrapado en las redes de la repetición. Si nos detenemos en los textos de Freud, en sus contribuciones a la Psicología de la vida amorosa, todo nos conduce a entender que cuando amamos, no hacemos más que repetir; encontrar el objeto de amor es siempre reencontrarlo bajo otras condiciones, pero evocaría siempre aquel objeto primordial. Y en esta dirección, todo objeto de amor sería sustitutivo de algún otro objeto fundamental, previo a la barrera del incesto.

Esta condición del amor como repetición tiene su vigencia, no es algo que tendríamos que dar por obsoleto, que haya perdido su lugar en la doctrina analítica. Siempre en una cura encontramos la vertiente del amor como repetición y los efectos de esta repetición se traducen de diferentes formas que podemos precisar clínicamente. Puede ocurrir, y es lo más frecuente, que la repetición se anude al síntoma, que sea la causa del malestar que produce. El sujeto siempre se encuentra con lo mismo cuando el exceso de goce se liga al amor, cuando las máscaras que velaban el goce caen, cae también la función de velo necesario que el amor requiere y hay siempre algo de insoportable en esa revelación. La repetición es un esfuerzo por neutralizar ese plus puesto en juego y al mismo tiempo es goce en la repetición misma, es un intento – siempre fallido – de otra cosa y en este sentido el amor se vuelve siempre lo mismo.

Puede ocurrir también que la repetición sea la solución misma. La experiencia clínica nos hace ver también este rasgo de la repetición como solución, es la cara de rutina del amor. Y muchas veces es conveniente, desde un punto de vista clínico, hacer consistir esa rutina, porque en ocasiones puede tomar la fórmula de la rutina del amor o lo peor.

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