Andrés Borderías
Les propongo para nuestra conversación una lectura de las adicciones a partir del contrapunto entre repetición e iteración, tal y como Jacques-Alain Miller introdujo en su último curso El Uno solo. La diferencia entre rasgo unario y letra nos permite hacer operativo este contrapunto para interrogar la adicción vinculada al plus de goce pulsional y su repetición, que requiere de la fragmentación del cuerpo operada por el significante, por el lenguaje, como diferente de la adicción referida a la iteración de la letra del Uno solo como acontecimiento del cuerpo. Es en este nivel que tiene lugar el término de disrupción, tal y como señalo Éric Laurent en su conferencia Disrupción del goce en las locuras bajo transferencia, cuando recordó que ése es el término elegido por Jacques-Alain Miller como sinónimo de la refracción que constituye el goce y la homeostasis del cuerpo, fundamento de la repetición del Uno y que se refiere tanto a la refracción primera como a sus réplicas que, en cada caso no dejan de alterar las distintas homeostasis que el sujeto ha podido establecer como defensas contra la repentina efracción de un goce desconocido para él. Entonces, este contrapunto nos permite también repensar algunas fórmulas anteriores en la enseñanza de Freud y de Lacan relativas a las adicciones y, quizás, en un sentido más restringido, a las toxicomanías.
En El malestar en la cultura, Freud había señalado que el hombre no puede vivir sin lenitivos, entre los cuales la intoxicación es la forma más eficaz de tratamiento del malestar humano, por vía química, directa e instrumental. Un goce trata entonces otro goce. Y podríamos decir entonces: — Sí, pero ¿cuál es más disruptivo?
En otro momento, Freud afirmó que las adicciones son sustitutivos de la masturbación, introduciendo así un modelo de la repetición referido a la experiencia de un goce autoerótico que se desplaza al campo pulsional. Aquí el goce pulsional queda abierto a todo tipo de adicciones sintomáticas.
Freud introdujo así la compulsión de repetición como una pulsación de pérdida y recuperación de goce en el campo de un deseo orientado hacia un objeto, como un principio general de las adicciones relativas a un plus de goce. La experiencia del Fort-Da es su modelo y con cierto humor podríamos decir que el carrete que manejaba el nieto de Freud ya era en cierto sentido el principio mismo del Black Friday.