Tres preguntas de Marie-Hélène Brousse a Jean-Claude Milner

Marie-Hélène Brousse (MHB): Acaba de publicar un libro sorprendente,1 Releer la Revolución.2 ¿Es la Revolución francesa el universalismo en su dimensión política? ¿Qué se puede pensar del par revolución-segregación a partir de la Nota sobre el padre3 de Lacan?

Jean- Claude Milner (JCM): En mi opinión el universalismo de la Revolución francesa tiene un solo fundamento real que es el universalismo de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Dicho universalismo se basa en un minimalismo. La Declaración atribuye al hombre las características más pobres posibles, pues no tiene más sustancia que la de ser el soporte de los derechos que se le suponen. De ello testimonia la frase “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”, descriptiva y en plural, como corresponde cuando se pasa de la función “Hombre” a sus valores individuales. La referencia al nacimiento implica también una referencia a la mortalidad. No dudaré por mi parte en subrayar la intrusión de la homofonía, puesto que decir que los hombres nacen y permanecen [demeurent] iguales en derechos implica también pronunciar que mueren [meurent] iguales en derechos. Lo que hace pasible al hombre de nacimiento y muerte, la lengua común lo designa como cuerpo. Los derechos del hombre son pues derechos del cuerpo. Estos pueden ser declarados en la lengua. Son así derechos del cuerpo hablante que determina la única substancia de la que la Declaración se ocupa.

Cuando a finales del siglo XVIII, en un contexto dominado por el cristianismo, se impone no considerar a los hombres más que desde el estricto punto de vista de su nacimiento y de su muerte, se hace una elección, se decide atenerse a la especie humana. Más que eso, se decide solo tomar en cuenta lo más empírico, lo que se llama el cuerpo, sin referencia a lo que le excede y se denomina el alma. La afirmación de los derechos del hombre se apoya en una afirmación que me gustaría poder llamar zoológica si la palabra no escandalizara: la especie humana es una. Todas las distinciones que las costumbres, el clima, la historia, las clases sociales, etc., introducen, dejan de ser pertinentes. Sin embargo, contrariamente a lo que Marx suponía, ese gesto reductor no constituye una negación, sino que es afirmativo.

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