¿Preguntar o dejarse interrogar?
Texto de Susana Brignoni
“Quien hace preguntas, debe resignarse a escuchar mentiras”.1
Donald W. Winnicott.
Para Lacan2 en los enunciados de los sujetos “nos topamos con la dimensión de la verdad como algo que se instaura con cierta mentira…”, “Del yo miento que está a nivel de la cadena del enunciado, resulta un yo te engaño”. “El yo te engaño proviene del punto donde el analista espera al sujeto, y le devuelve, según la fórmula, su propio mensaje en su verdadera significación, es decir, en forma invertida. Le dice: en ese yo te engaño, el mensaje que envías es lo que yo te expreso y al hacerlo, dices la verdad”. Es decir que, de entrada, Lacan aborda el tema de la mentira como algo que implica la presencia del analista en tanto el analista encarna aquello que hace la transferencia posible. Lacan sitúa, para tomar la mentira en consideración, la dimensión del engaño que se manifiesta en el interjuego entre amor, verdad y saber: “Persuadiendo al otro de que tiene lo que puede completarnos, nos aseguramos precisamente de que podremos seguir ignorando qué nos falta…”.3
Entonces si allí donde decimos que mentimos, de lo que se trata es en realidad de nuestro goce, hace falta el amor transferencial para que de ese goce devenga algún saber.