Texto de Francesc Vilà
Dejaremos para otro artículo la casuística del bullying. Este artículo plantea saber de esa farsa[1] de “la extraña pareja” del bullying[2] que elude las obligaciones y los hábitos de la vida cotidiana de la adolescencia. Vía donde la dimensión fantasmática del intercambio es dominada por la perversión y la crueldad. Vía que no deja de tener consecuencias en la mentalidad.[3] Ahondaremos en el exilio, los silencios, las obscenidades y las astucias de estos protagonistas del “boel del cuerpo”[4] que el speakinglish cientificista generalizará como bullying o maltrato acosador en la década de los ochenta.
No dejemos pasar que este pasaje de boel a bullying evoca un antecedente: el del autoerotismo de Freud al autismo de Bleuler.
Con el despertar de la primavera los chicos y las chicas se inician en las relaciones sexuales. “No pensarían en esto sin el despertar de sus sueños […] para demostrar allí no ser para todos satisfactorio, hasta confesar que si eso fracasa, es para cada uno”.[5]
Hoy en día estos sueños proliferan según la historia particular. Y el mundo de la escuela comprueba, no sin estupor, que al menos para algunos las pesadillas los sustituyen. Esas ensoñaciones sentimentales, truncadas, no cesan de insistir de manera troumatique.