«Los efectos psicoanalíticos no dependen del encuadre sino del discurso, es decir de la instalación de coordenadas simbólicas por parte de alguien que es analista, y cuya cualidad de analista no depende del emplazamiento de la consulta, ni de la naturaleza de la clientela, sino más bien de la experiencia con la que se ha comprometido. Son los conceptos lacanianos del acto analítico, del discurso analítico y de la conclusión del análisis como pase a analista, los que nos han permitido concebir al psicoanalista como «objeto nómada» y al psicoanálisis como una instalación móvil, susceptible de desplazarse a nuevos contextos, particularmente a instituciones».2

En 2007, Miller denominó Lugares Alfa a aquellos en los que un analista podía operar el psicoanálisis aplicado en instituciones de todo tipo. Fue un momento de entusiasmo.

En 2009, en su artículo La salvación por los desechos, Miller, refiriéndose a algunos dispositivos de atención gratuita, señaló que «el discurso analítico se estrelló contra el fierro del discurso del amo»3. El discurso del amo prohíbe el fantasma (queda bajo la barra) y procede exclusivamente por identificación significante, por ello el Discurso del amo, cree en la salud mental. Miller propuso una vuelta atrás, ya que el apoyo de la administración pública no se daba sin condiciones.

En la Comunidad de Aragón de la ELP no se llegó a abrir un CPCT, pero sí ha habido una amplia inserción en las instituciones: de salud mental, de Atención Temprana, de acogida y tratamiento de niños autistas y psicóticos, educativas y de servicios sociales. Allí los practicantes están orientados por su formación psicoanalítica, y su buen hacer, sosteniendo la transferencia, permite, en ocasiones, que el parloteo se revele como conteniendo un tesoro, el de un saber inconsciente4. En otros casos, da lugar a la dignidad de la singularidad de un sujeto.

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