Francesca Biaggi-Chai, Gabriela Camaly, Alessandra Pecego, Marta Serra Frediani. Animado por Laura Freni. Informe del Comité de acción de la Escuela Una.

En este trabajo hemos relevado las convergencias pero también las diferencias en el campo de la psiquiatría de diversos países. Diferencias sobre las cuales, a la luz del psicoanálisis, es posible apoyarse y hacer proposiciones. En particular, a partir de los jóvenes psiquiatras deseosos de otra Ética de la psiquiatría.

Hemos considerado los impasses de la psiquiatría actual como elementos de partida de una conversación para pensar una política de la Escuela Una, en su diversidad. No obstante, no sin matices.

El cenit de la neurociencia

Desde siempre la psiquiatría se sitúa en una posición periférica en relación con la medicina, si no de extraterritorialidad. Lo mismo que el psiquiatra respecto del médico. Con la llegada de las neurociencias, el paradigma de la psicopatología propia de la psiquiatría clásica, aún presente en los años 1980, sufrió una degradación tal que aparece desde entonces como una anticuada filosofía romántica en relación a los progresos de las neurociencias. La utilización de las técnicas de imaginería, neuroimaging, las experimentaciones medicamentosas apuntando al comportamiento (agresividad, insomnio, hambre, saciedad…) precipitó la subversión de las leyes de la naturaleza. La asociación de la ciencia y del capitalismo produjo una lógica de dominio absoluto de la verdad, tal como Lacan lo denunciaba ya a partir de los años 1960.

Eso tiene por consecuencia un cientificismo acéfalo en el cual predomina una “nueva naturaleza”, monstruosa de hecho, desvinculada de toda ética. El hombre ha franqueado un límite, lo “real sin ley” aparece por todos lados como una evidencia!

La biología se impone en la orientación de las curas, reduciendo siempre más el hablante ser (parlêtre) a su “cerebro”. Los diagnósticos son “edulcorados” por el componente psi y construidos ad hoc sobre las alteraciones de las funciones cognitivas (problemas de la atención, de la memoria, etc.) o de las funciones fisiológicas (alteraciones del sueño, del movimiento, etc.). La farmacología ha sustituído a la palabra. Lacan atrajo la atención sobre el peligro de una deriva como esa al afirmar que aunque el cerebro sea una “encrucijada” para la psiquiatría, “ninguna formación es más inapropiada que aquella del neurólogo para prepararse para acoger el hecho psiquiátrico”2. En efecto, toda problemática psiquiátrica encuentra, desde entonces, su origen en un disfuncionamiento cerebral. Estamos confrontados a una auténtica crisis de los paradigmas.

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