Agradezco a Marlène Belilos y a Renato Seidl el haber tenido la buena idea de reunir los Estudios sobre la histeria y el Seminario 23 en su proyecto de Lecturas freudianas1. Tomar el principio y el fin de la cadena constituye un artificio, pero resulta fecundo y establece un punto de capitón. Lacan, en su última enseñanza, quiere en efecto proponer algo diferente al inconsciente freudiano que, como él dice, tiene demasiado que ver con la inconsciencia2, aunque se trate de algo completamente diferente.

No me sorprende que ciertos neurocientíficos subrayen que los afectados por la amnesia tienen una relación especial con el inconsciente. Es porque, para ellos, el inconsciente está en relación con la inconsciencia. De alguna manera se trata de su filosofía espontánea, así como Althusser hablaba de la filosofía espontánea de los sabios. Habría que contraponerles el gran cuadro clínico de la amnesia de identidad, en fórmula de Lacan, menos frecuente hoy en día, en la que el sujeto no sabe quién es, no puede responder a ninguna pregunta sobre su identidad -sobre sus recuerdos, su familia, de dónde proviene- pero sí puede por el contrario tener acceso a saberes que ha adquirido, a lenguas extranjeras, al manejo de máquinas complejas, etc. El contraste, en este cuadro, entre el sujeto de la enunciación y lo que corresponde al orden del enunciado, de todos los enunciados posibles, se ajusta más a nuestro abordaje de lo que es el inconsciente, un inconsciente diferente de la inconsciencia. El desarrollo de las neurociencias nos brinda la ocasión de precisar, aún más, en qué sentido el inconsciente freudiano no es el inconsciente automático, el de la inconsciencia, pues no se refiere a los automatismos inscritos sin que se tenga consciencia de ello en sentido cognitivo.

Lacan afirmó, en la época de su Seminario 23, que el inconsciente freudiano es una cierta relación entre palabra y escritura perceptible a partir de la nueva escritura que propuso entonces, la de los nudos. En la primera sesión del Seminario 24 dice explícitamente: “Intento introducir alguna cosa que va más allá que el inconsciente”3. No se trata aquí del Lacan del retorno a Freud, sino del Lacan del adiós a Freud. ¡Ya era hora!, si así puede decirse. Lacan había esperado mucho para hacerlo. En 1977 estaba presionado por el tiempo, pues le quedaban cuatro años de vida.

La formulación “alguna cosa que va más allá que el inconsciente” es en cierto sentido una metáfora espacial. Justo después Lacan le añade una cuestión sobre el tiempo: “Por qué se ve uno obligado en el análisis de los sueños a hablar de lo que sucedió durante la velada anterior?”4 Para explicar el sueño se precisa, sin duda, referirse a cosas que remiten al “tejido” mismo del inconsciente”5. Es decir, al horizonte, a la cuestión del trauma.

Lacan sugiere una serie de proposiciones nuevas sobre el inconsciente. De entre ellas, la reformulación de la cuestión de la histeria resulta crucial. De alguna manera, su estudio sobre Joyce constituye una reescritura de los Estudios sobre la histeria. Es una reconsideración de los Estudios sobre la histeria, pero al revés.

Propongo seguir esa reconsideración de la histeria al revés apoyándonos en un año de su enseñanza, el que va del 9 de marzo de 1976 al 26 de febrero de 1977, fecha justamente de la “Conferencia en Bruselas” sobre la histeria. Tomaré ese año de enseñanza de Lacan para descifrar lo que nos propone en el Seminario 23 sobre la histeria.

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