“Cuando Lacan habla de «elección forzada»
es que, si no quieres elegir, lo pierdes todo”1.
Jacques-Alain Miller

 

Esta colección de textos, recogida por Andrés Borderías, permite recorrer la línea de tiempo lógico que culmina en la enunciación de una nueva política para el Campo Freudiano, Año cero, en el mundo. Lo que Miller llama «el pase de la Escuela sujeto»2 es la reubicación, en acto, del discurso analítico frente al discurso del amo contemporáneo. Su lectura constituye pues un ejercicio de reflexión imprescindible.

Como enmarca el prefacio, a partir del postulado freudiano –la psicología individual es simultáneamente psicología social– Miller introduce con su acto una interpretación: es necesario hacer una lectura de la política desde el psicoanálisis, no solo para luchar por mantener las condiciones que lo hacen posible, sino también para ofrecer una respuesta e “inscribir para siempre la enseñanza de Lacan en el discurso universal”3. Si el discurso hipermoderno muestra los elementos del discurso analítico, pero disjuntos4, el psicoanálisis debe hacerse responsable de lo que puede aportar para ponerlos en relación y restablecer el vínculo: la transferencia.

Este recorrido, a mi modo de ver, comenzó con la Teoría de Turín. En ella, Miller nombra a la Escuela como «un conjunto antitotalitario por excelencia»5, ya que para su funcionamiento, es imprescindible el sustrato que brinda la democracia: libre elección, libre expresión y protección de la singularidad. Allí, el sujeto de la Escuela aparece inserto en su contexto de lenguaje.

Este conjunto, producto del deseo de Lacan, fue más allá del Edipo –frente al modelo derivado del deseo de Freud, la sociedad analítica instituida en torno a la lógica del Padre– para regirse “por la función de S(Ⱥ)»6; una comunidad de soledades en torno a un ideal que se mantiene como referencia, pero a condición de mantener la distancia necesaria para ponerlo en cuestión.

Sin esta distancia que propicia la interpretación, la Escuela sujeto no puede avanzar: «El lugar de enunciación que ocupa J.-A. Miller no comporta la exclusividad, comporta que otros lo ocupen igualmente, que deban ocuparlo, que lo ocupen efectivamente (…) este lugar desde el que la Escuela es interpretable y que espera ser ocupado por sus analistas»7, porque el sujeto, siempre lo es de la palabra. Hace falta un cuerpo, hablante, para que el sujeto de la Escuela esté vivo, emprenda acciones.

Este lugar de enunciación fue ocupado en la esfera pública, en primera instancia y con coraje, por J.-A. Miller. En 2003, intervino ante la opinión pública francesa para frenar la enmienda Accoyer, que trataba de anular la posibilidad de elección del psicoanálisis como práctica. En aquel momento, lo hizo en nombre propio, con el apoyo de otros a los que convocó, en su función de «una suerte de más-uno en nuestra comunidad»8. Es interesante recordar esta función:si bien es cualquiera, debe ser alguien. A su cargo estará velar por los efectos internos de la empresa y provocar su elaboración”9.

Pero en 2016, la enunciación fue tomada a cargo por el sujeto-ECF, a partir de la interpretación de Miller. Sus consecuencias nos obligan a repensar nuestro marco de actuación bajo la lógica de un discurso que no fuera solo del semblante10. El significante Zadig nos fue propuesto para acelerar el tiempo de comprender11 que estamos abocados a una nueva elección forzada.

A lo largo de este libro, se desbroza especialmente el viraje que supuso la proposición del pase en la enseñanza de Lacan. Miller la interroga a fondo para extraer todas sus consecuencias, tan abrumadoras como ineludibles: llevar la Escuela-sujeto al registro del acto12.

Lacan se refiere a los finales de análisis como «el momento en que la satisfacción del sujeto encuentra cómo realizarse en la satisfacción de cada uno, es decir, de todos aquellos con los que se asocia en la realización de una obra humana13. Para Miller, este es el esbozo de lo que será más tarde el dispositivo: «la idea de que el final del análisis confluye necesariamente con una puesta en acto de lo que se adquirió en él»14. Durante la discusión del seminario Punto de Capitón, H. Castanet recuerda que para Lacan, el pase no era un simple dispositivo teórico, sino que extraía de este una consecuencia radical: era parte del acto; por eso insistía en la dimensión política, no solo porque el acto cambia al sujeto, sino porque “es un momento electivo para saber si hay intervención del psicoanalista”15.

Miller advierte, en Las astucias del diablo, que para saber quién es el amo que comanda «en el siglo xxi hace falta una respuesta en términos de estructura»16. ¿Cómo entender esta respuesta estructural sin introducir el acto como escansión del discurso? Para Lacan su oasis era la Escuela, un espacio de libertad que deseaba que perdurase en el tiempo. Y justamente para eso, lejos de consagrarse “al descanso, al desahogo, a ‘la esperanza’, ni a la charla (…) en él se trabaja«17. Como la energía que no se crea ni se destruye, sino que se transforma, «todo vuelve a comenzar sin ser destruido, para ser llevado a un nivel superior»18 por efecto de retroacción.

En un breve texto del final, “Lacan deja de ser discreto”, Miller rescata que el momento que Lacan eligió para dirigirse al público coincidió con la publicación de sus Escritos. Hasta entonces, se había reservado a la práctica clínica y a la formación de analistas19. En aquel momento, el lenguaje aún se pensaba como un medio de expresión, no se tenía en cuenta su “potencial material”20.

El psicoanálisis es una experiencia de palabra, pero pertenece a la era del discurso científico, y probablemente este haya constituido su condición de posibilidad; por ello Lacan sostuvo que el sujeto del psicoanálisis y el de la ciencia eran el mismo21. Entonces, el suyo fue un acto político, una elección forzada que trataba de asegurar una vía de transmisión –distinta de la que eligió Freud–.

Esta transmisión sigue hoy en juego, está siempre comprometida. Está en manos del Campo Freudiano, de todos aquellos que deseamos que el psicoanálisis lacaniano perdure. Y en Polémica política encontramos una buena orientación para seguir abriendo paso.

Polémica política, Jacques-Alain Miller, Editorial Gredos S.A., Barcelona 2021.

Marta Maside

mmd@cop.es

 

Notas:

  1. Miller, Jacques-Alain. Polémica política. Barcelona, Gredos, 2021, p. 60.
  2. Ibid., p. 38.
  3. Ibid., p. 480.
  4. Miller, Jacques-Alain. “Una fantasía”. Conferencia de Comandatuba 2004, Revista El Psicoanálisis nº 9.
  5. Miller, Jacques-Alain. “Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela”. Revista El Psicoanálisis nº 1, p. 70.
  6. Ibid., p. 71.
  7. Ibid., p. 74.
  8. Miller, Jacques-Alain. Polémica política. Op.cit., p. 522.
  9. Lacan, Jacques. Decolaje o despegue de la Escuela.
  10. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 18, De un discurso que no fuera del semblante. Paidós, Buenos Aires 1971 (alusión al título).
  11. Miller, Jacques-Alain. Polémica política. Op.cit., p. 525.
  12. Ibid., p. 30.
  13. Ibid., p. 37.
  14. Ibid., p. 38.
  15. Ibid., p. 51.
  16. Ibid., p. 423.
  17. Ibid., p. 474.
  18. Ibid., p. 478.
  19. Ibid., p. 516.
  20. Ibid., p. 518.
  21. Ibid., p. 519.