“Para recordar cosas inmediatamente evidentes, la violencia es ciertamente lo esencial en la agresión, al menos en el plano humano. No es la palabra, incluso es exactamente lo contrario. Lo que puede producirse en una relación interhumana es o la violencia o la palabra…”
Lacan, J. (1999), Seminario 5,Paidós, Buenos Aires, p.468.

 

Lacan enfatiza de entrada, en esta cita, la distinción existente entre violencia y palabra. ¿Eso quiere decir que no es posible hacer un trabajo de elaboración sobre los fenómenos violentos? ¿Quiere decir que no se puede decir nada respecto a los mismos?1

Miller2, a su vez, afirma que la violencia no es un síntoma en tanto no es el sustituto de una satisfacción pulsional sino que es la pulsión misma. Es una afirmación que hay que poner a trabajar y sobre la que tenemos que interrogarnos ya que en general nos encontramos en la clínica con niños y adolescentes tutelados con una dimensión de la violencia que es una respuesta. Sin embargo, en tanto respuesta, a veces está articulada y otras no. La violencia puede aparecer, a veces, como un fenómeno al que el sujeto no puede atribuirle una significación, pero otras veces es la posibilidad de iniciar una historia que dé sentido a ese fenómeno enigmático.

Entonces la pregunta que nos surge de inmediato es si la violencia puede convertirse en un síntoma.

Es decir, ¿puede sintomatizarse la violencia, en el sentido de producir una interrogación en el sujeto que es objeto de ella, tanto si es el receptor de la violencia como si él mismo la ejerce sobre el otro? Esta es una de las preguntas que me hago en el trabajo con niños y adolescentes tutelados, cuya tutela deviene de los malos tratos padecidos. Es decir, una clínica en la que, de entrada, el sujeto de nuestra intervención ha sido violentado. Y también ¿hay una relación entre las experiencias vitales de deprivación, donde han primado los malos tratos en distintas edades y los fenómenos de violencia?

¿Las marcas familiares que se inscriben en los chicos con los que trabajamos a partir de los malos tratos, es decir, a partir de un trato violento, se reproducen de manera automática? ¿Las marcas del exceso del Otro sobre el cuerpo siempre aparecen como daño? Finalmente, ¿si un sujeto ha sido maltratado será un maltratador? El cuerpo es el lugar en el que el sujeto expone su conformidad y su disconformidad frente a los excesos, los abusos, los castigos y los cuidados que le vienen del otro. Entonces, estas preguntas que pueden parecernos obvias, que son las que nos encontramos en lo cotidiano del trabajo con los profesionales que se ocupan de estos chicos, requieren de una reflexión.

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