El célebre enunciado freudiano, “La anatomía es el destino”38, es tomado en serio, en realidad, sólo por los neurocientíficos porque suponen la existencia de un “modelo animal” de comportamiento. Un profesor de fisiología, de la Universidad de Oxford por ejemplo, que estudia el comportamiento sexual de la mosca drosophila de la que quiere aislar los fundamentos neuronales, plantea como marco general de su investigación que “los machos, de cualquier especie animal cortejan a las hembras”39, sin que excepción alguna, el comportamiento humano por ejemplo, llegue a poner en duda su convicción. En otro caso, se pone en manos de la bioquímica la tarea de desvelarnos las leyes que presiden el apareamiento macho-hembra en la especie humana. No existe revista que no haya dedicado un artículo a los fenómenos considerados responsables de la atracción ejercida por los hombres sobre las mujeres, como mucho, matizando a veces esta hipótesis con un condicional.

En el lado opuesto, el enunciado freudiano es tomado como la condensación misma de aquello que denuncian del psicoanálisis todas las corrientes de pensamiento que rechazan, de uno u otro modo, la diferencia sexual y el llamado “patriarcalismo” heterosexual que de él se derivaría.

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