Conferencia dictada en el Nucep, el 28 de mayo de 2021.

La supervisión forma parte del ejercicio de nuestra práctica; de nuestro “job”: que es un “job muy duro”. Eso les decía Lacan a los americanos27. Seguramente, ironizaba sobre la vía americana, sobre la supuesta relación entre el “hard work” y el “achievement”, – entre el trabajo duro y el éxito profesional -.

“Supervisión” es el término que usamos habitualmente. Lacan prefería: “super-audición”28, dando relevancia a la dimensión de la lalangue más que a la dimensión de la palabra. Encuentra sorprendente el hecho de que escuchando hablar al practicante que recién inicia una práctica, también al analista analizante, sea posible representarse al que está en análisis. Que sea posible captar, por lo que aparece en los dichos, el lugar en el cual estos dichos habitan: su dit-mansion. Se trata, entonces, de enseñar a leer en lo que ha quedado escrito, marcado, para cada sujeto, así como a escuchar lo que queda tras lo que se dice29 con la finalidad de situarse en la buena orientación.

Lo cierto es que no encontramos en Lacan muchas observaciones sobre esta vertiente de la práctica. Muy pocas en realidad, al menos explícitas. No ha construido una “clínica de la supervisión”. Y, eso es beneficioso dado que impide establecer coordenadas dentro de las cuales puedan instalarse las rutinas. No quiso dar una ilustración de su modo de enseñanza dejando, lo que se presenta en la clínica, abierto al acto de cada uno. Por eso, desterró de su Escuela cualquier reglamentación normativa en cuanto a la autorización del psicoanalista; incluyendo en ello la vía de la supervisión, con fuerte poder en la IPA.

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