Conferencia pronunciada en el ciclo de Conferencias sobre la soledad, en el marco de la Sección Clínica de Madrid – NUCEP.

 

Cuando se escucha ese significante, soledad, se abre inmediatamente un significado que resuena casi siempre como una nota negativa, del lado de lo que falta, o de lo que sobra. Como si de una mala noticia se tratara. Y en efecto, a menudo lleva consigo un afecto vecino al del signo menos, a lo que comúnmente relacionamos con lo que no se soporta.

Pero cabe preguntarse ¿es siempre así? Para “no fascinarnos con una fenomenología del horror”, como dice J.-A. Miller, propongo el ejercicio de no petrificarla bajo un único significado porque si hacemos eso, le faltaríamos a su plural. Y lo hay. Un plural que al menos, interrogue tal connotación.

Entonces, intentaré desplegarlo en dos grandes declinaciones.

La primera entrada que propongo, en esta ocasión, es abordarla de un modo muy somero en la ficción literaria. En particular, en la poesía y en la poesía de algunos y lo que ello, nos enseña.

La segunda, es clínica y toma para cernirla, los instrumentos que el psicoanálisis nos ofrece.

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