De lo escrito a la escritura

En las últimas sesiones de análisis hablé del gusto por escribir y de mi modo de trabajar los textos en vías de transformarse en libros, tan parecida esa modalidad a la de mi análisis.

Esa comparación la enuncié del siguiente modo: leer infinidad de veces un mismo texto, limpiarlo de palabras, encontrar una palabra mejor que otra, buscar el bien escribir hasta el hartazgo, hasta el límite dado por la palabra misma o hasta corroborar que inevitablemente se está en déficit respecto de ellas. Porque el problema con las palabras es que siempre existe la posibilidad de que haya otra mejor para decir lo que se busca decir, o porque nos topamos invariablemente con la distancia entre lo dicho y lo que pretendemos decir. Lo mismo sucede con la escritura.

El análisis me permitió llegar a esa conclusión y el acto de escribir me confronta todo el tiempo con ese problema, un problema que es intrínseco a la palabra misma.

Pero antes, el análisis permitió desenhebrar lo que estaba escrito en mi historia, desembrollarlo hasta lograr bien decirlo, para producir luego el pasaje a la escritura, al deseo de escribir y de hacerlo bien.

En esta oportunidad, propongo interrogar ese sesgo, esa particularidad del análisis, que considero uno de los puntos claves de mi testimonio.

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