Este texto es la reescritura del trabajo que presenté con el título “La perversión y las paradojas contemporáneas de la satisfacción”, en las XXII Jornadas ICF A Coruña, en mayo del 2018, y que tuvo como tema general “Fantasmas comunes y perversión”.

Si con Freud, el fantasma es la respuesta del neurótico mediante la creación del ideal, el perverso se orienta por la voluntad decida de negar el fantasma a través de una militancia férrea en la existencia del goce. Es aquí dónde se puede captar el carácter moralista del perverso al estar su acción (su denegación) comandada por un imperativo y no por un deseo. Es lo que escribe Lacan con la formula del goce perverso12 que marca la diferencia de la división como efecto del significante y la división como efecto del goce.

Con Lacan, sabemos que la pulsión es efecto de estructura, no preexiste a la castración ni es un producto resultado de su efectuación. Es esto lo que permite su doble cara: de un lado la falta simbólica, en la que la pulsión no puede ser aprehendida sino en relación con la lógica del inconsciente; del otro, la pulsión es, también, falta real.

En este sentido, conviene recordar que la pulsión es siempre pulsión parcial, por la falta simbólica; pero también pulsión de muerte por efecto de la falta real. Alrededor de esta tensión en la satisfacción pulsional se escribe la paradoja de la satisfacción en Freud y en el primer Lacan.

Gide y Bataille son ejemplos clásicos de la perversión así descrita. Aristócratas de goces secretos y prohibidos, miembros de comunidades inconfesables de iniciados que se reconocen entre ellos y se saben compartiendo un saber sobre el goce que cultivan con pasión obsesiva al tiempo que orgullosos, detentan un saber sobre el secreto que esconde bajo sus faldas la sociedad en la que viven como virtuosos y cultos prohombres de la cultura. Está el pequeño grupo de los que saben y entienden, y está el gran grupo de los que no saben qué hacer atrapados entre el pudor y la culpa, aspirantes idóneos, por tanto, a satisfacer a los señores del goce.

Como señala Serge André: “la perversión es mucho más que una entidad clínica: es una determinada forma de pensar. Pensamiento cuya esencia demostrativa se deriva de las relaciones del perverso con el fantasma y con la Ley. Entender al perverso como el moralista de nuestro mundo, de este mundo entregado a las exigencias cada vez más inhumanas del discurso de la ciencia, no sería sin duda el descubrimiento menos irónico del psicoanálisis de hoy.”13.

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