Miquel Missé es sociólogo y activista trans, autor de varias publicaciones en torno a la diversidad sexual y de género. En mayo de 2020, pudimos conversar con él para El Psicoanálisis 4.

Julio González: Buenos días Miquel, muchas gracias por tu disposición para realizar esta conversación. Propongo retomar el final de tu libro La conquista del cuerpo equivocado5, en el que trazas un recorrido que va del robo del cuerpo, bajo la premisa de tener un cuerpo equivocado, a su reconquista. A la par que cuestionas el esencialismo identitario trans, interrogas cómo se adquiere la identidad sexuada.Y te quería preguntar, en tu experiencia como militante trans, ¿cómo se ha ido produciendo este recorrido, qué claves se han producido?

Miquel Missé: La identidad es claramente un proceso, cosas que eran certezas absolutas para mí hace 20 años, al cabo de 10 ya no lo eran tanto y ahora son distintas.

Descubrí la cuestión trans como concepto mucho después de pensar que yo quería ser un chico en algún momento de mi vida. Cuando lo pensé la primera vez fue como algo lúdico, un juego, una doble vida: podía ir a grupos de amigos, o de campamento y podía tener un personaje masculino, y me gustaba. Lo que pasó es que eso empezó a ser muy reiterativo, me gustaba más la vida cuando era ese personaje que cuando volvía a ser una chica constantemente señalada por su masculinidad.

En ese momento descubrí la palabra transexual. Fue liberadora, pude poner un nombre, pero ahora, mirándolo con perspectiva, me doy cuenta de que también fue encorsetadora porque, de repente, los conflictos con mi cuerpo se elevaron mucho más, Tenía una comunidad de referencia y un itinerario que seguir, había una manera de ser transexual, los transexuales hacían ciertas cosas: se cambiaban el nombre en el DNI, se operaban, iban al psiquiatra… Eso era liberador porque estaba marcado el camino, pero, por otro lado, tuve poco espacio para pensar otras cosas.

Me comporté como se tenía que comportar un transexual, pensando que eso me llevaría a un lugar mejor, y en el camino me di cuenta de que había otros caminos posibles, que no había una vía única, que había cosas que no me representaban y, sobre todo, me fui dando cuenta de que la promesa médica de que siguiendo el tratamiento adecuado el malestar desaparecería no era verdad para mucha gente.

Supongo que ahí empezó un duelo, una decepción, una rabia contra ese relato, que pasó por una época más radical, de estar en contra del relato médico del cuerpo equivocado, muy confrontado con la cuestión de las cirugías; y ahora estoy en un grado más intermedio, en el que pienso que las dos cosas son importantes, darse cuenta de que las cirugías no nos salvan es igual de importante que darse cuenta de que a veces las necesitamos para poder sobrevivir. Es parte de mi conflicto. Tengo un conflicto permanente. Y por eso creo que he ido reflexionando siempre en torno a la misma intuición, pero elaborándolo de formas distintas a lo largo de mi vida, y ahora diría que la conquista del cuerpo es más bien un estadio mental.

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