Grama. Buenos Aires, 2019. 231 páginas

En este libro, resultado de la tesis de doctorado en psicoanálisis presentada en la Universidad de París 8, bajo la dirección de Serge Cottet y Marie-Hélène Brousse, Carolina Koretzky desarrolla un brillante y esclarecedor trabajo sobre la teoría psicoanalítica del sueño y el despertar.

Como dice Serge Cottet en el Prefacio, “Lejos de los ejercicios retóricos a lo que a menudo se prestan estas nociones difíciles, es en un lenguaje muy claro que Carolina Koretzky se ocupa de esta pregunta: el análisis, ¿es una terapéutica o un sueño? ¿Es preferible despertarse o, como se dice, no despertar a los perros dormidos?”[1]

Se sueña para no despertar.

Pero ¿qué es el despertar en psicoanálisis? Si como dice Lacan al final de su enseñanza el despertar es imposible, ¿tenemos que concluir entonces que la vida es sueño? ¿Tenemos que inferir a partir de esta imposibilidad que no hay salida al “adormecimiento generalizado”? Si el sueño es el que nos permite seguir deseando según la tesis freudiana, ¿el despertar sería la muerte del deseo? Si en el discurso imperante en estos momentos de civilización es el cuerpo el que está en primer término ¿por qué prestar atención a los sueños?

Ciertamente, la interrogación por la relación entre los sueños y la realidad está desde la Antigüedad. Están los enfoques religiosos, sobrenaturales, predictivos, espirituales y cerebrales, pero no es hasta el psicoanálisis que el sueño adquiere un lugar excepcional en la teoría psíquica del ser humano; para Freud “la investigación sobre los sueños ha tenido un lugar privilegiado desde los comienzos del psicoanálisis y lo va a inquietar hasta el final de su vida”[2]

Este libro de sueños y despertares, tiene dos partes: La primera, un recorrido por la doctrina de lo real en el sueño en la obra de Freud, la segunda parte está dedicada a recorrer las modalidades lacanianas del  despertar en la experiencia clínica. Y finalmente, un excelente apartado de conclusiones titulado “Lacan y el deseo de despertar”.

El recorrido por la doctrina freudiana es claro y riguroso.

Si en la interpretación de los sueños, en 1900, Freud afirma que “el sueño es el cumplimiento (disfrazado) de un deseo (sofocado, reprimido)”[3], posteriormente el displacer vino a cuestionar el deseo aunque sin excluirlo.

Más tarde, aborda los sueños de angustia que interrumpen el dormir frente a lo indomable de la pulsión.

Pero es con los sueños traumáticos, nos recuerda la autora, que a Freud se le presenta el obstáculo definitivo, descubrir que hay un más allá del principio de placer, una exigencia de repetición para el conjunto de los sujetos, es decir la pulsión de muerte, le conducen “a redefinir así el sueño: “el sueño es el intento de un cumplimiento de deseo”. El sueño ya no es un cumplimiento de deseo, sino que apunta a una satisfacción”[4]

En la segunda parte, se trata del “despertar” en Lacan. Un recorrido minucioso por los diferentes momentos de las tesis del despertar en la enseñanza lacaniana.

Despertar que “excede al fenómeno onírico del cual surge”[5] porque entre soñar y pensamiento no hay distinción para Lacan, pues ambos están capturados por el discurso lenguajero y solo en lo que falla se puede atrapar de forma evanescente y puntual, siendo velado en el mismo instante.

Pero para el psicoanálisis la vida no es sueño. Porque si bien la vida de representaciones es solo un sueño, en el seno de ellas se aloja un real, “puesto que la realidad no es nunca homeostática, cerrada y definitiva, sino agujereada, incompleta, vaciada por lo real que despierta”[6]

Pero ¿qué es lo real en la representación?

Carolina Koretzky recorre las elaboraciones de Lacan sobre la desidentificación, la angustia, el trauma y las conceptualizaciones de lo real. Su lectura es apasionante.

En la primera conceptualización, Lacan sitúa lo real ahí donde tropieza la combinatoria simbólica, pudiendo entonces deducirse del funcionamiento simbólico.

A partir del 1964 lo real aparece como un encuentro, tyché que se produce en el seno de la red de las significaciones, por lo que el planteamiento es cómo atrapar lo real mediante la representación. Es al final de un análisis por el atravesamiento del fantasma, que un despertar puede tener lugar. Es el atravesamiento del ser que no sabía de la causa de su fantasma al encuentro de un nuevo ser que sabe sobre su deseo. El síntoma como formación del inconsciente puede disolverse, desaparecer.

Pero en los años 70 que Lacan radicaliza la definición de lo real excluyéndolo completamente del sentido. La escritura del sinthome pone en valor “lo que no cambia cuando todo cambia”, “un resto constante, un modo de gozar que no cambia”[7]

El lenguaje deviene una elucubración a partir de una falla, de un encuentro fuera de sentido que produce un goce a partir del cual se instituye el inconsciente en el intento de darle un sentido y elaborar un saber sobre ello. Es a partir de ese punto de fuga.

No hay despertar a lo real porque no hay despertar del inconsciente, pues no hay inconsciente sino a condición de esa equivocación que “precede la suposición de que eso quiere decir algo, que hay allí una significación”[8] que es el encuentro entre el verbo y el goce.

Del despertar a lo real fuera del saber, de la sintaxis, del sentido solo podemos saber de ello a partir del goce que queda marcado en el cuerpo precisamente porque no puede ser significado. Es lo que queda de ese encuentro imposible. No es lo real, es el Uno producido en ese encuentro, por lo tanto si la práctica del psicoanálisis supone la relación entre el sentido y lo real, no es sin la perspectiva de su desconexión.

Pasar por el saber hacia lo real para llegar a su fundamento: que es una construcción a partir de una materia verbal primera hecha del murmullo de lalengua, pero que a diferencia de Joyce, que pretendió “despertar a la literatura del sueño en el que descansaba” (…) pero a riesgo “de la muerte de la literatura”[9], para el psicoanálisis se trata de encontrar “que la vida está “más allá de todo despertar” porque son “los deseos los que mantienen los sueños”[10].

No hay despertar absoluto pero sí el deseo de despertar que es lo que hace la contra al adormecimiento generalizado.

Y desde luego, este libro despierta el deseo.

Felicidad Hernández
felihergon@gmail.com

[1] Koretzky, C., Sueños y despertares: una elucidación psicoanalítica. Grama, CABA, 2019, p. 11

[2] Koretzky, C., Sueños y despertares: una elucidación psicoanalítica.  op. cit. p. 29

[3] Ibid., p. 37

[4] Ibid., pp. 74-75

[5] Ibid., p. 79

[6] Ibid., p. 116

[7]Ibid., p. 186

[8] Ibid., p. 193

[9] Ibid., pp. 199-200

[10] Ibid., p. 200