Eric Laurent
La temporalidad de los movimientos feministas contemporáneos es particular. No se enuncia en la continuidad lineal. Se habla más bien de olas sucesivas que hacen la historia de los feminismos. El momento actual correspondería al de una cuarta ola, según ciertos autores[1]. Se trata de una coyuntura particular de los discursos que merece ser explorada. Se produce una renovación del discurso feminista en torno a tres movimientos que atraviesan la civilización occidental. Por un lado, la denuncia del feminicidio; por el otro, la reapertura del debate sobre la violación por parte del movimiento Metoo, así como en los círculos universitarios concernidos por las comunidades LGBT; y dada la importancia del movimiento Trans, el forzamiento de la lengua mediante la escritura inclusiva. La denuncia del feminicidio es lo primero y se plantea la pregunta de cómo se articulan estos diversos movimientos y si existe una relación causal entre ellos. No obstante, convergen para producir una nueva urgencia: la de un debate que sobrepase la diferencia de los sexos, y se centre en lo que es una mujer[2].
¿De qué testimonian la violencia contra las mujeres y el feminicidio?
Recordemos que la denuncia del feminicidio empezó en América Latina, en México y Argentina, a principios del año 2010. “El 6 de enero de 2011, Susana Chávez, poeta mejicana que había luchado sin tregua contra los feminicidios, era encontrada mutilada y asesinada en Ciudad Juárez, ciudad tristemente célebre por los numerosos asesinatos de mujeres que se han cometido desde 1993 y a los que hace referencia la novela 2666 de Roberto Bolaño. (…) En 2015 el asesinato en Argentina de Chiara Paez, adolescente de 14 años, embarazada de tres meses, desencadenaba manifestaciones que, con el eslogan “Ni una menos”, reunieron 300.000 personas por todo el país”[3] Ahora la ola de denuncias ha llegado a Europa, especialmente a España y a Francia. Lo muestran las manifestaciones de septiembre de 2019 en Madrid donde la violación y los asesinatos son denunciados conjuntamente con eslóganes claros: “Nos están matando”, “No hay excusas”, “La vida de las mujeres cuenta”. Lo que es característico de la situación española es que España dispone desde 2004 de « la primera ley Europea contra la violencia contra las mujeres, previendo una asistencia jurídica gratuita y tribunales especiales para las víctimas. A finales de 2017, los diputados adoptaron, también por unanimidad, otras medidas destinadas a reforzar la ley inicial [4]. A pesar de estas disposiciones legislativas, “1017 mujeres han sido asesinadas en España por sus parejas o ex parejas desde el inicio del recuento oficial de estos asesinatos en 2003. Según cifras del ministerio del interior, desde principio de año cuarenta y dos mujeres han sido asesinadas en el país, fruto de violencia conyugal, de las cuales 19 durante el verano”. A pesar de estas disposiciones legislativas reforzadas, la violencia no cesa.