Conferencia de Éric Laurent
Con la palabra ocurre siempre lo mismo: se la pasan pero dicen “¡Espere, tengo aún algo que decir!”.* Siempre hay algo más que decir… ¡Es muy difícil pasar la palabra! Y en los diálogos se producen a veces efectos de eco, de resonancia; es difícil decirlo todo.
Igualmente, es difícil leer todo. Por ejemplo, hoy la conferencia iba a tener lugar en el Hotel Mercure y, como hay tres Mercure en Rennes, hubo gente que fue a los otros dos. Porque incluso si intentamos reducir las ambigüedades mediante el escrito —la cosa se detiene, se escribe, se deposita, se separa— o bien las ambigüedades subsisten, o bien los organizadores señalan: ¡La gente no lee! La homofonía y las ambigüedades siempre están ahí y el malentendido continúa tanto en la palabra como en el escrito.
Esto hace que el síntoma, según el estatuto que propone el psicoanálisis, es un síntoma en tanto que es hablado y está capturado en ese malentendido de la palabra y de lo escrito. De entrada, algo resiste a la transcripción de la palabra en signos simples que definan una descripción unívoca.
Así, pretendiendo utilizar la función de la escucha, les decimos a las personas que sufren: “Como sienta bien, es importante hablar a un amigo, hablar a cualquiera, a alguien en general; eso les aliviará, les hará bien”. Pero el problema es que el síntoma, una vez preso en la palabra, lleva a problemas de lectura respecto a lo que es dicho; no basta con ser amigo ni con tener empatía con aquel a quien se escucha para leer el síntoma que presenta.