Texto de Hebe Tizio
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Para Freud la pesadilla muestra un contenido que ha escapado a la censura por lo que sería una realización no encubierta de un deseo reprimido. La angustia que la acompaña ocupa el lugar de la censura y el sobresalto del despertar evita que el deseo del sueño se realice. Freud señala que el deseo se ha mostrado más fuerte que la censura.

Esta idea de Freud plantea una dificultad, el sueño sería una realización de deseo que no puede realizarse y el relato del sueño parecería estar al servicio de bordear eso que no puede decirse. Freud descifra los sueños, pero encuentra el ombligo del sueño que es el punto donde se conecta con lo Unerkannt, lo no reconocido, la represión primaria.

Lacan en la respuesta a Ritter hace un fino análisis diferenciando el real pulsional y el real de la represión primaria, el del inconsciente. En el primero se trata de la función del agujero que dibuja las zonas erógenas y debe distinguirse de lo que funciona en el inconsciente como lo no reconocido. Este último es la marca en el sueño de la exclusión del propio origen, la cicatriz que ha quedado y que tiene una función de anudamiento, por eso Lacan señala que es un agujero que se cerró.

El ombligo no es lo real, cabalga sobre él y preserva, ya que no se puede ir más allá. Para Freud el deseo surge como un hongo desde el ombligo que toca lo imposible de ser reconocido, de ser puesto en palabras, es la represión primaria que Lacan escribe como el A barrado, la forclusión generalizada. El ombligo aparece como el límite del análisis y allí tiene su raíz el deseo. Desde esta perspectiva cobra toda su importancia la cita de Lacan sobre el deseo:

Si hay de todos modos algo que Freud vuelve patente, es que el inconsciente resulta de que el deseo del hombre es el infierno y que es el único medio para comprender algo. Es por eso que no hay religión que no le haga su lugar. No desear el infierno es una forma de Widerstand, es la resistencia.

El sueño en la medida que se sirve de la representación da consistencia, a través de lo imaginario, y provee una interpretación del mismo. Es decir, suple por la vía del anudamiento la imposibilidad de dar cuenta de lo real.

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