Texto de Esthela Solano-Suárez

Los dos ejes fundamentales de la formación analítica reposan en la experiencia de un análisis y en el control de la práctica.* Los órganos de garantía de la Escuela se fundan alrededor de estos dos pilares.

La Escuela asume las nominaciones del AE y de AME sin que por ello prescriba un estándar, válido para todos. Cada uno accede con su deseo.

El control, como el análisis mismo, es un dispositivo que gira alrededor de lo real como imposible. Sin embargo, esto no quiere decir que sea imposible extraer las coordenadas de un caso, como también interrogar aquello que compete a la posición del practicante en la dirección de una cura y que constituye un obstáculo. En este sentido el control es un dispositivo propicio para localizar los puntos nodales que aparecen como dificultad, como traba, como inercia en la cura, lo cual comporta hacer un esfuerzo para separarse de la impotencia con el fin de orientarse hacia lo imposible. La orientación hacia lo real nos preserva del estándar y nos solicita del lado del control a medida.

Como no hay dos controles que se parezcan, aprecio mucho el aspecto “río de Heráclito” del control: uno se sumerge en él, se moja y al salir puede darse cuenta de que el caso ha cambiado. De golpe se percibe un nuevo relieve, algo se aclara al haber delimitado, en un efecto de relámpago, una zona de sombra relacionada con el embrollo que nos afectaba. Aún hará falta volver sobre ello, “poner veinte veces el tejido en el telar” como se dice en francés, para circunscribir convenientemente la zona de sombra que no se deja iluminar del todo.

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