Texto de Santiago Castellanos

Si partimos de la consideración de que Lacan pone el acento, en su última enseñanza, en la dimensión del goce del parlêtre, ¿cómo pensar el deseo?

Voy a responder a esta pregunta tomando como punto de referencia la experiencia de mi análisis.

Podría decirse que ese desplazamiento del deseo al goce, en la enseñanza de Lacan, es la consecuencia lógica advenida de la práctica analítica.Parlêtre es un neologismo de Lacan para introducir la dimensión del goce en el inconsciente. Esto quiere decir que al analizante no es lo mismo escucharlo como sujeto de la palabra que como sujeto que habla con un cuerpo.

El sujeto de la palabra se piensa respecto del significante, pero el parlêtre, sujeto que habla y es hablado, está en relación con su cuerpo. Como dirá J.-A. Miller en el Congreso de la AMP de Río de Janeiro, en la última enseñanza de Lacan el inconsciente procede del cuerpo hablante, ya no es el inconsciente que procede de lo lógico puro. En el Seminario 20, Lacan utilizará la escritura LOM, lo llamará simplemente “el hombre” y es esencial captar que el hombre, a diferencia del sujeto, tiene un cuerpo. El hombre se sirve del cuerpo para hablar.

Dos años antes de finalizar el análisis ya me había dado cuenta de la importancia del enunciado materno “Tienes algo especial pero hay algo más que no te puedo decir”, y sus consecuencias en la vertiente fálica y del narcisismo, al mismo tiempo que introducía la dimensión del enigma. Había elaborado la versión del fantasma de hacerse ad-mirar por el Otro y los diferentes síntomas que habían funcionado en diferentes momentos de mi vida, el mundo del gimnasio, la política, la medicina.

El análisis había llegado a un punto de reducción demasiado consistente. Para mí casi todo se podía explicar por la importancia de ese enunciado materno, las respuestas que me había dado frente a lo real del padre —su deriva hacia el alcohol— y a una escena infantil en la que un encuentro muy precoz con la sexualidad habían marcado mi cuerpo con un exceso de goce y de energía que no había podido ser simbolizado.

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