Conferencia de Jean Pierre Rouillon

En los años setenta, la cuestión de la locura interrogaba los modos del saber, de cualquier saber que quisiera dar cuenta de qué es el hombre, qué es la esencia del hombre, qué es la humanidad.* Así, ella interrogó las relaciones del saber y la verdad permitiendo operar una distinción entre esas dos dimensiones. La consecuencia de esta distinción entre saber y verdad fue que la pluralidad de saberes y de prácticas quería hacer valer sus derechos en el ámbito de la psiquiatría y en el campo de lo médico-social. Hubo debates, discusiones, incluso disputas, controversias que animaban este espacio en el que los enfrentamientos podían ser bastante rudos. La amplitud de los debates, la aspereza de las discusiones no impedían la tolerancia a la diferencia y el respeto por las otras prácticas. De hecho, la distinción entre saber y verdad permitía tomar acta de otra diferencia, una brecha, la que existe entre el saber y lo real.

Esta brecha entre el saber y lo real es el punto que me parece importante tomar en cuenta. En nuestro ámbito, en nuestro campo, existe una distancia entre el saber y lo real. En el fondo, es de lo primero de lo que nos damos cuenta en lo que hacemos cotidianamente. Somos confrontados a actos, comportamientos, palabras, actitudes que nos plantean problemas, que escapan a nuestra comprensión.

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