Texto de José María Álvarez
El problema que se plantea en estas páginas atañe a la multiplicidad de experiencias de la psicosis y sus muchas intensidades, características que se reflejan, como es natural, en todo lo tocante a la transferencia. Más allá del amor al saber y del desciframiento del deseo inconsciente, el tratamiento de la psicosis despliega un amplio repertorio de variantes de la transferencia y mantiene a la vez algunos principios invariables en la posición del analista interesado en el trato con el loco. De eso tratan estas reflexiones, en las que al menos se plantea con claridad un problema, aunque las soluciones definitivas estén muy lejos de alcanzarse por el momento.
Diversidad
La psicosis es un ámbito de experiencias variadas e intensidades múltiples. Se hace difícil, incluso para los entendidos, compendiarlas en fórmulas sintéticas que muestren una quintaesencia común. Como enseña la locura de Paul Schreber, los polos melancólico, esquizofrénico y paranoico constituyen posiciones subjetivas dentro de una estructura única, extremos experienciales que el psicótico puede habitar en su habitual búsqueda de equilibrio. Además de estos polos, suficientemente conocidos desde el punto de vista descriptivo y metapsicológico, la psicosis o locura se expresa en proporciones muy diversas, desde las formas más discretas, normalizadas u ordinarias a los grandes estados de la melancolía delirante, la esquizofrenia paranoide o la paranoia hipocondríaca.1 Según se desprende de la clínica diaria, se puede dar el caso de que un mismo sujeto pueda pasar por experiencias genuinas de cada uno de esos polos y presentar además graduaciones muy variadas.