La publicación de este nuevo volumen de la revista de la ELP, que tengo el placer de presentar, coincide con la celebración del XI Congreso de la AMP en la ciudad de Barcelona, bajo el título Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia. Este número especial de la revista, en gran parte dedicado a la transferencia, toma en primer lugar la última parte del título del Congreso para interrogarla.
Sigmund Freud ya lo había hecho. Él cuestionó la posibilidad del tratamiento de la psicosis por parte del psicoanálisis, en tanto consideraba que no era posible, en ella, establecer la transferencia hacia el analista. Sin embargo, algunos de sus discípulos se aventuraron en el tratamiento de casos de psicosis más allá de las palabras preventivas del fundador del psicoanálisis. Años después, Jacques Lacan alentará, como se sabe, a los psicoanalistas a no retroceder ante ella.
El apartado Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia, de idéntico título que el Congreso, incluye varios textos que reflexionan justo sobre la transferencia en la psicosis. Hemos propuesto, además, a un cartel, que está trabajando este tema, la posibilidad de entrevistar a un colega sobre ello, en tanto su tesis doctoral, Pioneros de la psicosis, después convertida en un libro de la Colección ELP-Gredos, está referida justo a este tema. La experiencia ha sido entusiasmante para todos por lo cual, en adelante, la sección “El cartel pregunta” tendrá un lugar en El Psicoanálisis.
El dossier Lo que no se sabe de la transferencia, que da su título general al número, pone en primer plano la relación de la transferencia con el saber. Si la instalación de la transferencia requiere la puesta en marcha del sujeto supuesto saber es porque el analizante no sabe la causa de su síntoma y supone ese saber al analista, quien por su parte desconoce de entrada qué objeto es para el otro.
Ésta es una posible lectura del título. Pero hay otra, al menos. Pasados más de ciento veinte años desde que Freud aislara, en 1895, la transferencia, y más de cincuenta desde que Jacques Lacan la reelaborara en los años sesenta, ¿podemos dar por zanjado el tema de la transferencia? ¿Lo sabemos todo ya sobre ella?
Como Lacan señaló, en 1964, “los conceptos en psicoanálisis no están pensados para siempre”. Y Jacques-Alain Miller precisaba en Granada, en 1989, que no podemos avanzar sin mantenernos en contacto con los fundamentos. Entonces, nos preguntamos aquí sobre lo que no sabemos hoy en día de la transferencia: por ejemplo, ¿cómo afecta a la transferencia analítica una actualidad en la que cada vez el sujeto, orientado más exclusivamente hacia el objeto, pasa menos por el Otro para acceder a su goce? También: ¿hay en nuestro tiempo una relación nueva con el saber y, si fuera así, cómo afectaría eso a la transferencia?
Lo que no sabemos de la transferencia es entonces lo que, en este momento, para cada uno de nosotros resta por elaborar del concepto en este working in progressinacabable al que estamos sujetos.
Así, la nueva sección “Interrogantes”, incluida en el dossier, intenta responder esta vez a una pregunta: ¿se puede hablar de transferencia en el autismo? Y, en caso afirmativo, ¿por qué y cuáles serían sus particularidades?
Hemos invitado a once colegas de la Eurofederación de Psicoanálisis, cinco de la ELP, a modo de encuesta, a decirnos muy brevemente su posición al respecto. Ellos han aceptado el reto y respondido a nuestra pregunta con el mismo entusiasmo que el proyecto despertó en nosotros, cosa que les agradecemos.
En el apartado Nuestra orientación publicamos una intervención de Jacques-Alain Miller en enero de este año en la ECF sobre la garantía, donde los gradus, AME y AE, quedan definidos, a lo Baudelaire, según una doble postulación, no hacia el cielo o hacia el infierno en este caso, sino hacia el discurso analítico o el discurso del amo, regidos por lógicas del Otro distintas.
Esto nos lleva al siguiente apartado, De los psicoanalistas de la Escuela, donde publicamos siete testimonios de AE de nuestra Escuela Una –cinco de ellos primeros–. No encontraremos en ninguno una solución sinthomática que responda a ningún universal, sino la singularidad del uno por uno, del caso por caso propio de la lógica analítica.
También publicamos un texto sobre la creación del dispositivo del cartel por parte de Lacan, que examina su composición y la lógica de su funcionamiento. Dicho trabajo nos recuerda asimismo que Lacan quiso introducir este mismo formato y esta misma lógica en el dispositivo que inventó para captar el momento del final del análisis, es decir, al llamado cartel del Pase.
Del lazo social a su destrucción, del affecto societatis que conviene al lazo con el otro como tratamiento del goce, propio y ajeno, a la segregación, que es otro modo de tratamiento del goce, excluyente: uno no quiere saber ahí nada del goce en juego, en el otro o en uno mismo. Es el paso que encontramos en el apartado Del odio y la segregación, donde queremos destacar la presencia de un texto de Serge Cottet, que nos dejó el pasado mes de diciembre.
Maestro en la lectura de los textos de Freud y de Lacan, así como en el consecuente y necesario uso riguroso de los conceptos (tal como tuvimos la ocasión de comprobar cuando vino a Barcelona a coordinar el seminario interno de los docentes de la Sección Clínica de Barcelona), nos deja una obra clara y preciosa, una obra ejemplar que, con su recuerdo, nos acompañará siempre.
El apartado Identidades, reúne algunos trabajos variados sobre el tema señalado, que ha sido objeto de investigación e intenso debate en las recientes y excelentes XVI Jornadas de la ELP: “Yo soy… Nosotros somos… El psicoanálisis frente a las nuevas identidades”.
El título del último apartado, también nuevo, La parte del lector, juega con el equívoco entre el apartado del lector, es decir, un lugar donde reflexionar sobre lecturas y libros, y la idea de que el lector no puede hacerlo sin “poner su parte”, tal como señala Jacques Lacan, en 1966, al final de la “Obertura” de sus Escritos.
Dejo deliberadamente para el final unas palabras para hacer desde estas páginas un pequeño homenaje a Judith Miller, presidenta de la Fundación del Campo Freudiano, quien también nos dejó en diciembre haciendo de este último ”el mes más cruel”, en palabras de T. S. Elliot.
Psicoanálisis versus ortodoxia. En recuerdo de Judith Miller, es el título del apartado que abre esta revista.
Siempre lúcida, siempre sencilla, siempre sonriente, ella ha sido para el Campo freudiano una columna firme.
Mujer con coraje, “orientación infalible”, según se dijo de ella, Judith Miller consagró su vida a sostener y extender el psicoanálisis de orientación lacaniana allí donde alguien quería conocerlo, como un derecho fundamental de los sujetos por el que ella nunca dejó de velar. La creación de las setenta y dos bibliotecas de la Federación Internacional de Bibliotecas del Campo Freudiano, catorce de las cuales están en nuestro país (trece con una doble adscripción FIBOL-ELP), la puesta en funcionamiento asimismo de grupos de trabajo de distinta índole, a veces muy pequeños, pero no por ello menos henchidos de deseo, así como las distintas publicaciones del Campo freudiano (Colofón, Carretel, La petite girafe, El Niño, Pharmakon…), dan por sí solas cuenta sobrada de ello.
Judith Miller inventó y alentó para estas instituciones modalidades de trabajo menos jerárquicas, más propias del siglo XXI, proponiendo y ayudando a construir redes de trabajo y de intercambio entre colegas próximos y lejanos.
Esta relación con la causa y esta transferencia con la enseñanza de Jacques Lacan la encontramos en el texto que reeditamos aquí, y que recoge la presentación que ella hizo del Coloquio Jacques Lacan, en 2001, celebrado en Barcelona con motivo del centenario de su nacimiento. En él nos habla del coraje de Jacques Lacan frente a lo real, ante el cual nunca retrocedió, confrontando a aquellos que se acercaban a Freud para traicionar su legado.
También leemos allí una pequeña anécdota personal sobre cómo ella empezó a asistir al Seminario de su padre, alentada por un amigo que le hablaba con entusiasmo de dicho seminario ignorando el parentesco que les unía. Corrían los años 60 y Jacques Lacan impartía su seminario sobre La Transferencia en Sainte-Anne.
Es a Judith Miller, quien tanto hizo por el psicoanálisis y por nosotros, a quien dedicamos este volumen en el que la transferencia tiene un lugar especial.
Cuestión de transferencia, sí. Ella es la condición de posibilidad del psicoanálisis y de la Escuela inspirada en los principios de Jacques Lacan. La apuesta por renovar siempre la transferencia de trabajo, como Judith Miller nos enseñó, es la apuesta por mantener viva la llama de la causa.
Judith Miller se ha ido y ya la echamos en falta. Siempre lo haremos. Su partida deja en nosotros y en el Campo freudiano un agujero. Como trabajadores del agujero de lo real en lo simbólico que somos, estamos obligados no obstante a no quedar detenidos delante suyo, sino a hacer ahí algo nuevo, en esa aventura del psicoanálisis, y también de las instituciones analíticas, ante la cual ella tampoco retrocedió.
Margarita Álvarez