Tengo 16 años y un hámster. El pequeño roedor macho fue un regalo de mi novio de entonces. Me entero que la hija de la portera, de doce años, tiene una hembra. Acordamos un encuentro amoroso entre los animalitos. Yo era ya una apasionada de las parejas y organizaba reuniones de amigos con el fin de emparejarlos, siempre sin éxito. A pesar de mis numerosos intentos de espionaje, nunca conseguí pillar a mis padres retozando. Aquella tarde, fascinadas, observamos a los hámsteres a través del cristal de la jaula y, en aquella ocasión, se produce el match. Pero ¿por qué?
Lacan se refiere a que «La imagen animal de la copulación nos parece un modelo suficiente de lo que hace a la relación sexual»1. Las cosas se complican desde el momento en que somos atravesados por el lenguaje. Ya está, lo entendí: los amigos son seres hablantes, y eso no funcionará hasta que yo no encuentre la lógica de la vida amorosa que les convenga. Porque los seres hablantes no encajan en ningún universal, son singulares, uno a uno. Y puede que tampoco funcione, dado que no hay ninguna relación que pueda escribirse. Pero eso, en ese momento, aún no lo sé. Fue en mi análisis, donde hice uno de los descubrimientos más impactantes de lo que provocó el encuentro entre mis padres, lo que me permitió escribir Couples célèbres. Liaisons inconscientes (Parejas célebres. Lazos inconscientes, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2018). La relación que no se puede escribir produce encuentros únicos a partir de lo que hace de cada uno de los miembros de la pareja un exiliado: «el encuentro se repetirá precisamente en la medida en que es único», nos dice Lacan en …O peor . À chacun sa chacune, como se dice en francés, “a cada cual su cada cuala”2.
Pero ¿por qué no hay relación sexual? “Si hubiera una relación articulable en el ser hablante, ¿debería enunciarse que va de todos los de un mismo sexo a todos los del otro? Esta es evidentemente la idea que nos sugiere, en el punto donde estamos, la referencia a lo que denominé el modelo animal: aptitud por los que cada uno de los de un lado vale para todos los demás del otro”3. Ahora bien, como nos lo enseña nuestra práctica cotidiana, las cosas no funcionan así. No somos hámsteres… Una relación que pueda escribirse requiere que un significante nombre lo masculino y el otro lo femenino. Pero solo hay un significante capaz de nombrar la diferencia sexual, el falo. No hay relación sexual en lo simbólico.