Freud asevera, al inicio de su Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, que “el inevitable destino del psicoanálisis es mover a contradicción a los hombres e irritarlos1. Cabe preguntarse: 1) ¿quedan excluidos los psicoanalistas de este destino? No parece: la historia del psicoanálisis es prolífica en asperezas, desavenencias, incluso rupturas…

2) comprometerse, insistir en la experiencia analítica, ¿libraría de contradicciones o irritaciones respecto del real en juego? El horror del acto, subrayado por Lacan, quizás conlleve también lo insoportable del peso del discurso mismo; insiste, para cada quien, su ‘no quiero saber nada de eso’.

En esta contribución, Freud indica claramente los dos hechos que la teoría psicoanalítica busca esclarecer: son los principales que sobrevienen en el trabajo con neuróticos, “la transferencia y la resistencia2. Cien años después,3 puede constatarse en los análisis que la transferencia, desde los albores motor y obstáculo, es una forma particularmente resistente de defensa contra el real que el psicoanálisis mismo posibilita.

Puede considerarse que la transferencia de trabajo, si es transferencia, presenta necesariamente y por razones de estructura una dimensión de obstáculo. No se discute que sea motor de la causa analítica. Se tratará aquí de precisar las coordenadas posibles de su vertiente opuesta con el fin de apreciar el fenómeno en su complejidad.

La transferencia a la persona como obstáculo al trabajo

Respecto de su primer elenco de colaboradores en Viena, desde 1902, Freud asevera: “solo hubo dos cosas de mal presagio, que en definitiva terminaron por enajenarme interiormente a ese círculo. No logré crear entre sus miembros esa armonía amistosa que debe reinar entre hombres empeñados en una misma y difícil tarea, ni tampoco ahogar las disputas por la prioridad a que las condiciones del trabajo en común daban sobrada ocasión4. Toma a su cargo esta rémora. No obstante, tan solo cinco años después, el psicoanálisis despertaba ya mayor interés, y empezaba a contar con adhesiones internacionales, siendo la más relevante la del núcleo de Zurich. Son tiempos de: “progreso incesante”, “pronunciamientos de muerte” del psicoanálisis que desembocan en “nuevos adherentes”, “expansión espacial” y de “contenido”, “fecundidad de la metodología analítica5. El camino para el trabajo de ulteriores generaciones estaba sembrado, y “se lo realizará apenas se venzan las resistencias6. Freud, sutilmente, añade entonces: “juzgo infecundo escribir ahora la historia de esas resistencias; no ha llegado el momento”. Pero poco después insiste en la impresión del inicio del artículo: “el psicoanálisis saca a la luz lo peor de cada hombre”; por ello, él prefiere la “abstención total” respecto de la expresión de los afectos7.

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