La última serie de encuentros del Seminario del Pase que animé en la Comunidad de Cataluña de la ELP sirvió para examinar lo que Miller, en El pase del parlêtre1, considera una segunda doctrina del pase, en torno a una frase del Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11: “El espejismo de la verdad, del que solo cabe esperar la mentira […] no tiene otro término que la satisfacción que marca el fin del análisis”2. Esta referencia a la satisfacción está en consonancia con la perspectiva del sinthome en el final de la cura. No es un detalle menor que esta frase forme parte de un prefacio al Seminario 11, ya que fue en este seminario donde Lacan planteó por primera vez la cuestión de la satisfacción al final de la cura. En el texto de 1977, por tanto, retoma una pregunta formulada ante su auditorio en 1964: “Después de la ubicación del sujeto respecto de a, la experiencia del fantasma fundamental deviene la pulsión. ¿Qué deviene entonces quien ha experimentado esa relación opaca con el origen, con la pulsión? ¿Cómo puede un sujeto que ha atravesado el fantasma radical vivir la pulsión?”3. Entre estas dos frases se recorre todo un arco en la enseñanza de Lacan. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que la frase de 1964 precede en tres años a la Proposición del 9 de octubre.

La satisfacción al final

Di por concluido el espacio de la CdC situando lo que, por mi parte, era la satisfacción alcanzada en relación con lo articulado a partir de mi experiencia. Había hecho pasar lo que me parecía esencial. No tenía nada más que decir, me daba por satisfecho. Desde entonces, no he vuelto a referirme a mi testimonio y no lo voy a hacer en adelante. Hago una excepción hoy porque se trata de un espacio de la Escuela y en un marco nuevo4.

Uno de los temas discutidos fue la escabelización del AE, precisamente en relación con los modos de satisfacción en el fin del análisis. Podríamos llamarlo una desviación, una satisfacción espuria. La idea que surgió en el debate era que la satisfacción del escabel, como forma de sublimación residual, podía velar o confundirse con otras modalidades de satisfacción que propuse llamar inherentes al final.

El del escabel es un tema abordado por Éric Laurent en su texto El pase y sus restos5. Allí, él plantea que la satisfacción que marca el final del análisis ya no pertenece al dominio del desciframiento, y nos previene contra la tentación de “hipostasiar el encuentro con lo imposible en una letra”. La experiencia del pase no es una sublimación, y lo que Lacan llama “escabel” en relación con Joyce se refiere a lo que subsistiría como resto del objeto de la sublimación.

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