El sueño de Hollywood
Al nacer fue entregada a la asistencia pública, pasó por 11 familias sustitutas y un orfanato.
Se desconocía quién era su padre. Su madre, que terminó internada en un psiquiátrico, como sus abuelos, le dejó una marca en la elección de su nombre: “Norma” por Norma Shearer y “Jeane” por Jeane Harlow, ambas actrices de Hollywood.
Son dos recuerdos claves los que permiten ubicar cómo Norma Jeane se inscribió en el campo del Otro a partir de la mirada. El primero es a los 12 años, cuando fue a la escuela con un suéter que le quedaba chico marcando sus incipientes curvas: al advertir que sus compañeros la seguían con las miradas experimentó una inolvidable satisfacción. El segundo tiempo de esta escena es un año después: caminaba en traje de baño por la playa y observa que todos la miran. Recuerda: “una extraña sensación (…) como si estuviese hundida entre dos personas distintas. Una, Norma Jeane del orfanato (…) De la otra, ignoraba su nombre, pero sabía cuál era su lugar. Pertenecía al mar, al cielo, al mundo entero”1.
Comienza a trabajar de modelo a los 18 años. La fotógrafa Eve Arnold cuenta que tenía el control total de la situación: “sabía mucho sobre cámaras, nunca conocí a nadie que pudiera hacer que respondieran de la manera que ella lo hacía”2.
Norma Jeane firma su primer contrato con la 20th Century Fox a los 20 años y adopta el nombre de Marilyn Monroe. Cuando no renuevan su contrato, recuerda: “permanecí acostada durante días y días, sin comer, desalineada (…) La suerte nunca me sonreía en la vida. La estrella negra bajo la cual había nacido se volvería cada vez más negra”3.
Por un lado, Norma Jeane era Marilyn, la chica radiante de las fotos pin-up que iniciaba su carrera en Hollywood y por las noches estudiaba Historia del Arte en la Universidad. Y, por otro lado, seguía siendo, tal como se definió en su ultima entrevista, “una niña abandonada”4 que escribía: “Estoy deprimida con toda mi vida desde que recuerdo”5.