El decir y el dicho
“Efecto mayor del lenguaje”1. De este modo se refiere Lacan al objeto a al final de El atolondradicho, complejo escrito del año 1972. Para situar esta afirmación es necesario adentrarse en la diferencia que allí plantea entre el decir y el dicho, dos cuestiones que participan de la estructura del discurso y su funcionamiento, y que señala como heterogéneas, sin relación de continuidad. Homologando la figura topológica del toro a la estructura, sitúa el dicho dando vueltas al toro mismo, creando su superficie, y el decir por fuera, ex-sistiendo al dicho. De este modo, las vueltas del dicho están determinadas por ese decir que les ex-siste, giran alrededor del mismo, pero sin acceder a él. Podríamos plantear que el decir se sitúa en ese agujero central que el toro dibuja, siempre que tengamos en cuenta la apreciación de Lacan de que “un toro no tiene agujero, central o circular, más que para quien lo mira como objeto, no para quien es su sujeto”2. Ese agujero, o esa existencia que queda por fuera, no se percibe desde el circuito de las vueltas del dicho, resulta inaprensible.
Lacan se va a servir también de la Banda de Möbius, y del corte que la produce, para ilustrar como el sujeto que camina sobre ella no percibe ese corte, esa otra dimensión producida por el mismo. La cuestión del corte que causa la estructura, creando dos dimensiones distintas, la del decir y la del dicho, va a resultar fundamental en el texto. Implica persistir por un lado en la idea de que la estructura no viene dada de antemano, y por otro en que es necesario un corte para que se produzca. Ahora, si en otros momentos era el padre de la interdicción el que se situaba como agente de la castración, aquí Lacan va a plantear muy claramente que “es la palabra la que corta”3, situando el complejo de Edipo como “modos de hacer allí argumento”4.
Para ahondar en esta cuestión, hace una diferencia importante entre las “dos dichomansiones del paratodohombre, la del discurso con el cual se paratodea y la de los lugares donde eso se thombrea”5. Por un lado el discurso fálico con el que se paratodea en las vueltas del dicho, y donde Lacan va a ubicar la dimensión de la verdad. Por otro los lugares donde eso thombrea, se corta, se divide en tomos, que puede dar acceso a la dimensión del decir. Y Lacan va a ubicar el inconsciente a este nivel del decir, que viene “de donde él (lo real) la ordena (a la verdad)”6. Un inconsciente vinculado ya aquí7a lo real en tanto lo que “que escapa a la lingüística”8, y al que “el psicoanálisis solo accede por la entrada en juego de Otra dichomansión, que se abre ahí porque el cabecilla del juego hace de semblante de ser el efecto mayor del lenguaje, el objeto con que anima el corte que así persiste: es el objeto a, para llamarlo con la letra que le asigno”9.