El 16 de noviembre de 1980, Louis Althusser estrangula a su esposa Hélène en su piso de la Escuela Normal Superior de París. Desde entonces, numerosos libros y artículos han arrojado luz sobre su vida, su obra y la «noche impenetrable» de aquella última noche, en la que todo parece haber sucedido sin él1. Un giro reciente se ha añadido a este comentario en curso. Se trataría de un feminicidio2.

Las autobiografías y la construcción del asesinato

El artículo 64 del código penal le había concedido el beneficio de un auto de sobreseimiento que le exoneraba de todo juicio. Por ello, Althusser quiso responder de su acto escribiendo su autobiografía. Comienza a escribirla en 1985, dos años después de su salida del hospital. Pretende levantar «la lápida de silencio a la que le había destinado el sobreseimiento del caso». Se trata de una segunda autobiografía3. La primera fue escrita en 1976, inmediatamente después de la muerte de su padre, y estuvo marcada por su matrimonio con Hélène. En su segunda autobiografía, inacabada y nunca publicada en vida, Althusser quiere intervenir «personal y públicamente para hacer oír su propio testimonio»4.

Este está marcado por un largo recorrido analítico que comenzó en 1949, pero que solo empezó a contar verdaderamente con René Diatkine desde 1964 hasta el final. Cuando evoca su análisis, es el amo del juego, el que sabe e interpreta5. Encarna la función del sujeto-supuesto-saber. También sabe que es un hombre «nuevo» que cuestiona sin ningún rastro de culpa su acto a partir del sentido que da a su vida. Es una vida descrita desde la muerte, pero ¿qué muerte? ¿La de Hélène, que le atormenta, la suya propia? Anuda su muerte a la de Hélène en la fórmula «el asesinato de Hélène sería un suicidio por persona interpuesta»6.

Pero, más aún, afirma que siempre ha estado muerto: «comprendí que el duelo que estaba viviendo por Hélène no era algo que hubiera estado viviendo y trabajando desde la muerte de Hélène, sino que desde siempre. Siempre había estado de luto por mí mismo, por mi propia muerte a través de mi madre y mi mujer»7. Esta intuición procede de Hélène y colma el agujero, la ausencia de él mismo en el pasaje al acto. Ella restablece la continuidad. En el último capítulo de la autobiografía inacabada, el «yo» del narrador desaparece tras las palabras «de un viejo amigo médico» que describe el texto como actus essendi, un acto de ser.

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