Mis palabras tienen un punto de partida clínico en un rasgo inmediato de fenomenología: vuestro paciente se queja de su síntoma, en cambio goza en su fantasma. Síntoma y fantasma se reparten sobre las dos vertientes del placer y el displacer. Hasta el punto que el sujeto dispone del fantasma como recurso contra el síntoma.

El fantasma triunfa allí donde el síntoma fracasa

Hay una función consoladora del fantasma. No fue introducido de otro modo en el psicoanálisis, es decir, como una producción imaginaria a disposición del sujeto, bajo el nombre de “sueño diurno”.

Volveremos a los Estudios sobre la histeria y a los sueños diurnos de Anna O. que constituyen su “teatro privado”, precisando que, por otro lado, el sueño no es un fantasma nocturno.

Si es posible hablar de consuelo del fantasma es porque es contiguo al consuelo filosófico por excelencia, el de Diógenes. Precisamente Freud introduce su texto Un niño es pegado, su paradigma sobre el fantasma para la satisfacción masturbatoria. El cínico encarna esta satisfacción a cuenta de la necesidad, por lo tanto es goce, goce fálico en la medida que hace de impase sobre el goce del Otro, ese goce se rechaza.

Que el fantasma produzca placer, produzca “el” placer, mientras que el síntoma produzca displacer, no es solamente un rasgo inmediato de fenomenología, reenvía por igual a dos modalidades de goce, que se oponen de acuerdo con lo que vuestro paciente les comunique.

Sin embargo una inversión se manifiesta después de todo: ¿no es un rasgo constante de vuestra clínica cotidiana que el sujeto, voluntariamente hable fácilmente de su síntoma, sea discreto, incluso reticente sobre su fantasma? Prolijo sobre sus sueños, aficionado a sus lapsus como a sus ocurrencias, sus actos fallidos pueden ser sus delicias, pero sobre el fantasma: ¡mutismo! De esta manera, con una constancia especial el obsesivo es voluntariamente inagotable sobre su inhibición. No está en lo más mínimo inhibido a este respecto. Su inhibición la exhibe ante vosotros, los embebe en ella. Su fantasma, por el contrario, se lo reserva.

Al tomar fantasma y síntoma como dos referencias constatamos que el sujeto lo transmite según dos modos muy diferentes.

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