Voy a comenzar encadenando dos citas de J.-A. Miller en su conferencia El inconsciente y el cuerpo hablante1: “El psicoanálisis cambia, lo cual no es un deseo, es un hecho”. Algo nuevo se presentifica, algo tan manifiesto que sentimos la necesidad urgente de un aggiornamento. Parlêtre es una palabra agalmática, en la última enseñanza lacaniana, que ayuda a franquear ese reto. ¿Cómo? En tanto que sustituye a las concepciones clásicas de inconsciente. Analizar al parlêtre no es lo mismo que analizar al inconsciente freudiano, ni al inconsciente estructurado como un lenguaje. Un paso más, cito: “Apostemos porque analizar al parlêtre es lo que ya hacemos, y que tenemos pendiente saber decirlo”2. Cambio y saber decir, esos serán los dos ejes de esta intervención.

Historia // Real

La relación de lo nuevo y el psicoanálisis es paradójica desde sus inicios. En un principio, Freud es hijo de la Ilustración y su punto de partida es el de las ciencias naturales, enfocado fundamentalmente por la búsqueda de relaciones causales. De hecho, el concepto inconsciente se venía empleando ya antes de Freud, sobre todo por los románticos, como depósito de imágenes mentales y pasiones cuyo contenido escapaba a la consciencia, aunque es Freud quien le concede un valor estructurante en la vida psíquica. La marca del descubrimiento freudiano es finalmente la presencia en cada uno de algo pretérito, un cuerpo extraño, que sigue activo, vigente, real. El ejemplo del cometa sirve a Miller3 para ilustrar que hay un real en el síntoma. Al paso de ese cuerpo, celeste, inconmovible en su regularidad de ciclos durante milenios, se pueden atribuir nuevos nombres y presagios ligados a su aparición. Nuevos sentidos, que, sin embargo, no afectan en absoluto a esta ciclicidad.

Pero, entre dos de esas apariciones, no podemos borrar todavía la historia, la tradición, ni incluso las historietas. Hemos de reconocer que después de Freud la sociedad occidental no es la misma. Y ello en tal medida que podríamos afirmar que el psicoanálisis corrió el peligro de morir de éxito. En ese proceso tuvo que adaptarse al American Way of Life, y ahí pierde mucho de su filo cortante y se acaba convirtiendo en ingrediente culturalista, o coartada del biologicismo. La tesis de Lacan se hace cargo del equipaje incómodo del polimorfismo freudiano.

Una valija casi desechada se refiere al concepto de Wunsch. Lacan vuelve a colocar el deseo en el primer plano de la teoría analítica, diferenciándolo de conceptos como el de necesidad y demanda, con los que a menudo se confunde. No ha sido un camino de rosas. La extravagancia del deseo implica también de manera directa la propia práctica del psicoanálisis. La relación de Lacan al deseo es algo que asombra. Judith Miller4 lo definió como alguien que nunca estaba totalmente satisfecho. Portador de un deseo vibrante, articulado y siempre en movimiento. Esto conlleva una exigencia epistémica muy fuerte, que complica la tensión existente entre el concepto y la clínica.

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