Cuando se instaló el dispositivo del pase en la EEP, y luego en la ELP, no se preveía que los futuros pasantes a los cuales el cartel había respondido con un no iban a demandar hacer el pase más de una vez. Cierto es que al inicio existía la prevención de que alguien no fuera bien escuchado en el dispositivo por otras razones que no tenían que ver con la transmisión del final. Y en efecto, Miller planteó en un cierto momento, “se hace el pase una vez, eventualmente dos”,1 sin dar demasiado peso al “eventualmente”. Lo que sí se transmitía bien era que el pase estaba sometido a la lógica del encuentro, el del pasante con el pasador, el del pasador con el cartel y el del cartel mismo, y ahí podía haber lugar para la contingencia. Por otro lado, se tenía más presente quizás la indicación de Lacan en la Nota italiana, “Hay el objeto a, … se sabe para qué sirve… Al envolverse con la pulsión… Esto da soporte a las realizaciones más efectivas y también a las realidades más atrayentes… Si (esto) es el fruto de un análisis, reenvíen al susodicho sujeto a sus queridos estudios… Que él no se autorice a ser analista porque jamás tendrá el tiempo de contribuir al saber”.2 Anotemos que Lacan no decía reenvíen al susodicho al análisis para que lo intente otra vez. Pero es posible que la transmisión del no por el cartel y luego la conversación con el más uno, cuando la ha habido, haya influido para que el interesado se precipite al poco tiempo de nuevo a la experiencia, pasando de nuevo por un análisis o no, al estar la puerta de la repetición abierta. Frente a esa interpretación del no, redefinir la función del secretario se hace necesaria. ¿Cómo es que el secretario no se interpuso para frenar el ímpetu de la nueva demanda?, a la segunda, quizás hubo razones, pero a la tercera, la cuarta…  Ahí no habría un lapsus del acto, ahí se detecta más bien un síntoma que habría que dilucidar.

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