¿Qué causa a alguien solicitar la admisión como miembro de la Escuela? Quizá puede parecer una cuestión muy obvia. Hace más de un año, en las entrevistas de admisión, pude dar cuenta de ello. Sin embargo, ese acto aún conserva para mí cierto enigma.
La dimensión del acto que conlleva el pedido de admisión a la Escuela, es uno de los ejes propuestos para el trabajo en este encuentro. El acto, sabemos, inscribe un antes y un después. Pero ¿qué precipita ese acto para cada uno?. En el momento que deviene, no hay vuelta atrás. Es ese «momento adecuado u oportuno» que describe el kairós. Momento que no es cualquiera, se ubica en un tiempo lógico a ser leído en un après coup. Un acto teñido de la tyché, que como nos recordaba Miller en la presentación del libro del Nacimiento del Campo Freudiano1, tiene que ver con el instante, con la contingencia, con el encuentro casual, es un relámpago.
El acto que implica la solicitud de admisión a la Escuela surge a través de una fisura que tiene un tiempo de apertura y cierre. En esa veta, se precipita con su carácter irrepetible, marcado por el propio estilo. Un acto en el que se asume un riesgo. No es sin consecuencias.
Previo al acto se pueden producir gestos. En mi caso, diría que uno de los más significativos fue la demanda dirigida a la Comunidad de Cataluña para hacerme socia. Fue una pincelada que registró un trazo de mi ya existente relación con la Escuela. Pero el gesto, como nos indica Lacan>2, está hecho para detenerse y quedar en suspenso. Inscribe un antes y una temporalidad particular en cuanto a su detención. Es esto lo que lo diferencia del acto. Así pues, desde el gesto al acto, puede ser necesaria toda una trayectoria que no conviene forzar, a pesar de que el deseo de Escuela ya haya asomado.