Desde mi punto de vista, el patriarcado, en tanto que sistema sociopolítico hegemónico durante siglos, ha generado toda una serie de discursos y prácticas sociales que han dado lugar a la producción de desigualdades, injusticias y discriminaciones, que se ceban en las minorías de clase, de raza, sexuales, identitarias… y también en las mujeres. Por ello, no es de extrañar que sea actualmente el blanco de las críticas y cuestionamientos que realizan los feminismos, las denominadas ideologías woke y los movimientos LGTBIQ+, situándose éstos en la vanguardia política actual.

Estos discursos críticos sobre el patriarcado ponen sobre la palestra el orden social hegemónico, generando a su vez rechazos, adhesiones y discusiones. Al feminismo se le adora y se le cuestiona con crudeza. Se producen controversias, bien desde el polo más conservador, reclamando la vuelta reaccionaria al orden patriarcal más duro, bien en el seno de los propios movimientos feministas que discuten, a veces desde posiciones radicalmente encontradas, diversas cuestiones sobre el nuevo orden social a fundar, sobre lo trans, sobre el consentimiento, la prostitución, la pornografía… El feminismo actual, pues, hace síntoma en la cultura. Para nosotros, psicoanalistas, el síntoma siempre es bienvenido ya que sobre el mismo es posible una lectura, una interpretación.

Desde diversas posiciones —a veces convergentes, otras no tanto— los feminismos, las ideologías woke y los movimientos LGTBIQ+, parten de concepciones discursivas y constructivistas sobre la subjetividad que permiten análisis y propuestas alternativas desde la deconstrucción, en la línea del posestructuralismo filosófico y sociológico. De modo grueso, podemos decir que en sus posiciones contemplan al sujeto como un efecto casi directo de las estructuras y discursos hegemónicos en un momento histórico determinado. Es el lenguaje, entendido en sentido amplio como discurso que genera estructuras y prácticas sociales, el que performa formas de relación que producen injusticias y desigualdades y en las que se construyen identidades que se ponen al servicio de reificar, naturalizando, el orden social imperante. Desde ahí, para conseguir la emergencia de un sujeto emancipado, se apunta a la deconstrucción de los discursos y prácticas sociales que sustentan las determinaciones sociales e identitarias.

Podemos decir que, en parte, estos discursos se apoyan en algunos de los postulados que desde el psicoanálisis sostenemos. Especialmente, la teoría queer, lee a Lacan para afirmar que el sujeto es un efecto del lenguaje. Sin embargo, al tomar el discurso lacaniano como una teoría del sujeto, casi como una filosofía, deja de lado la dimensión clínica que es la propia del psicoanálisis. Al desconsiderar la clínica se desconoce lo que supone el impacto del lenguaje en el cuerpo de un viviente con anterioridad a su emergencia en la estructura social. Se ignora lo que hablar quiere decir.

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