Premiers écrits es una recopilación de algunas publicaciones de Lacan realizadas durante los años de formación y práctica psiquiátrica. Esta antología recoge ocho textos (reseñas y artículos, firmados en solitario o con otros colegas y maestros, y una traducción del texto de Freud sobre algunos mecanismos presentes en los celos, la paranoia y la homosexualidad). Se trata de una selección de trabajos representativos de los intereses que motivaron a Lacan en el periodo de formación clínica, publicados todos ellos entre 1928 y 1935. En un breve prefacio a la obra, J.-A. Miller destaca, entre otras cosas, una constante en todos los textos: la unidad del caso no se debe a su tipicidad, sino a su singularidad, al uno por uno, aspecto que se pone de relieve en el estudio sobre Aimée realizado en la tesis doctoral.

Con vistas a enmarcar estas contribuciones y contrastar su valor, conviene tener presente algunas de las particularidades de la escuela psiquiátrica francesa, en la que Lacan se formó. A menudo, y con razón, los historiadores de la psicopatología suelen coincidir al destacar de ella sus cualidades observacionales. De hecho, en una breve presentación histórica que Ey redactó en 1950, la calificaba de “observación rigurosa”1. Esa propiedad se pone de relieve en las aportaciones semiológicas, cuyas más altas cotas se alcanzaron en las obras de Séglas, Chaslin y Clérambault. Frente al talento descriptivo y detallista, la escuela francesa fue a la zaga de las contribuciones alemanas, cuyos elaborados sistemas de pensamiento psicopatológico la superaban en materia nosológica y nosográfica, entre otras cosas por la competencia que se fomentaba entre las universidades de los diversos Länder y por la formación filosófica que se exigía a sus médicos. El propio Lacan, en la reseña “Psicología y estética” (1935), dedicada a Le temps vecú de E. Minkowski, también alaba la “formación filosófica” de este autor y destaca la gran ayuda que le prestó para captar “la verdadera naturaleza de los hechos”.

Durante los años de especialización psiquiátrica de Lacan aún perduraban las influencias de las dos principales corrientes francesas, la escuela de Magnan y la de Séglas. Por las materias tratadas y el enfoque, Lacan estaba más cerca del gran Jules Séglas, cuyos estudios sobre las alucinaciones, la paranoia, los trastornos del lenguaje y los delirios de influencia engrandecieron la psicopatología y culminaron en la obra de Clérambault sobre el automatismo mental. A falta de una terapéutica medianamente eficaz, salvo el ingreso manicomial y las actividades que se realizaban intramuros, la psiquiatría se limitaba al estudio del pathos. Durante las últimas décadas del siglo XIX y las dos primeras del XX, la escuela francesa se interesaba especialmente por la descripción de los cuadros clínicos, el aislamiento de las formas evolutivas y los mecanismos psicopatológicos predominantes en cada cuadro clínico (alucinación, interpretación, imaginación, etc.). El delirio de interpretación descrito por Sérieux y Capgras constituye un excelente ejemplo de este enfoque psicopatológico.

Lacan estudió medicina en la Universidad de París. Al mismo tiempo que cursaba la licenciatura, se interesó por las vanguardias artísticas, en especial por el surrealismo. Conoció a Breton y Saupault, y frecuentó la librería de A. Monnier, donde tuvieron lugar las primeras lecturas de Ulises de Joyce, por entonces afincado en París. Después de licenciarse, en calidad de alumno externo comenzó su formación clínica en La Salpêtrière, fruto de la cual surgió su primera publicación neurológica con Alejouanine y Delafontaine (1926). Un año después, en Sainte-Anne, inició su especialización en psiquiatría. Entre 1927 y 1931 rotó por diversos servicios hospitalarios y varias instituciones sanitarias: el hospital de Sainte-Anne, la Enfermería especial de la Prefectura de policía y el hospital Henri-Rouselle, a los que hay que añadir una estancia de dos meses en el Burghölzli (hospital psiquiátrico de la Universidad de Zúrich), cuya dirección acababa de asumir Maier tras la jubilación de Bleuler. A tenor de la patología mental más abundante en los hospitales de aquellos años, la formación psiquiátrica se iniciaba con la adquisición de una base neurológica, materia ampliamente justificada entonces por el importante número de hospitalizados con patologías orgánicas (neurosífilis, parkinsonismos, secuelas mentales de encefalitis, etc.). A medida que se adquiría esta base médica, se incorporaba paulatinamente la psicopatología.

La curiosa combinación de la formación psiquiátrica y los intereses literarios y artísticos acrecentaron en Lacan, a buen seguro, su talento, brillantez, precisión y amplia cultura. Durante los años de residencia, sus compañeros elogiaron esas facultades. Tanto es así que, según recoge Clervoy en Henri Ey (1900-1977). Cinquante ans de psychiatrie en France, los más cercanos le llamaban “el estilista” 2. De alguna manera, en la reflexión del joven Lacan convergieron las experiencias que los surrealistas transmitían del lenguaje y las que él mismo observaba en los alucinados, a las que Clérambault había dado forma en el síndrome del automatismo mental. El interés que Breton y otros artistas mostraban por las producciones literarias de los psicóticos reforzó en Lacan la visión tradicional que vincula la locura y la creatividad, confluencia que le daría pie para escribir por entonces algunos textos. Da la impresión de que las vivencias transmitidas por los surrealistas, tocantes a la inercia del lenguaje interior, desbordaban el limitado concepto médico-psicológico de enfermedad mental y se entremezclaban con el discurrir de la vida cotidiana, como si de una locura universal se tratara. Si a esta singular experiencia del lenguaje —locura común, la podríamos denominar— apuntada por los surrealistas se une el automatismo mental, el rostro del sujeto moderno comienza a insinuar relieves chocantes y siniestros, de tal manera que se le percibe a merced de un lenguaje que lo parasita y en el que él mismo habita. Seguramente, de esta extraña confluencia del surrealismo y las alucinaciones verbales extrajo Lacan la inspiración para argumentar años después el determinismo de lo simbólico y afianzar esa relación consustancial que une el ser y el lenguaje, expresada, entre otros, en el concepto parlêtre (ser que habla). A la dupla mencionada es necesario añadir a Freud, el faro que iluminó su trayectoria futura y de quien tradujo el texto sobre la paranoia antes mencionado.

A mi manera de ver, en la antología Premiers écrits pueden aislarse cinco materias que compendian los intereses de Lacan en aquellos años. Dichos temas sobrevivieron incólumes en ulteriores desarrollos y se reformularon continuamente a partir de las múltiples enseñanzas derivadas de la práctica psicoanalítica, la cual aportó otros nuevos que se fueron articulando con los precedentes. Por orden de importancia, los cinco pilares son: discontinuo versus continuo, el modelo de la paranoia, el lenguaje y las alucinaciones, la creación y la locura y la clínica diferencial.

Discontinuo vs. continuo, estructuras vs. nudos, enfermedades independientes vs. trastornos espectrales son solo algunas denominaciones que se han dado a lo largo de la historia de la psicopatología al problema tradicional de las relaciones entre lo múltiple y lo uno. La psicopatología no escapa a esta problemática. Al contrario, es su principal eje gravitacional. ¿La locura es una o múltiple? ¿Qué separa la locura de la cordura, la psicosis de la neurosis? ¿Qué diferencia a un loco de un cuerdo? ¿A partir de cuándo se vuelve uno loco? Todas estas preguntas se inscriben en la mencionada problemática. La historia de la psicopatología no es otra cosa que la alternancia de ambas polaridades, las cuales se dan el relevo incluso en un mismo autor o corriente (Kraepelin, Lacan, los DSM). De tal manera que cuando el modelo discontinuo se vuelve incapaz de representar la exuberancia de la realidad clínica, se echa mano del continuum, donde cabe todo a condición de eliminar las fronteras. Y cuando la visión continuista se vuelve demasiado inespecífica, se recuperan las categorías y las diferencias de la mano del modelo discontinuo.

Con términos distintos a los que acabo de mencionar, estas reflexiones recorren el texto de Lacan “Estructura de las psicosis paranoicas” (1931). Y se observan con precisión en su intento de articular, en una misma “estructura”, las constituciones paranoicas con algunos tipos clínicos paranoicos perfectamente delimitados, como el delirio de interpretación y los delirios pasionales. En realidad, las visiones proclives a las constituciones patológicas son continuistas y abogan por una “transición progresiva desde el germen delirante al delirio confirmado” 3, según escribió Montassut. Por el contrario, el delirio de interpretación tiene una hechura categorial; es un tipo clínico bien caracterizado y diferente de otras variedades clínicas paranoicas.

La importancia de esta observación se aprecia un año después, en la tesis doctoral, cuando Lacan toma partido por el enfoque discontinuo y los tipos clínicos. Ya no comparte, de ninguna manera, que un sujeto orgulloso y desconfiado acabe convirtiéndose en un paranoico por un progresivo incremento de esas tendencias del carácter. El nacimiento a la psicosis implica una ruptura, una crisis, lo que incita a un detallado estudio de los fenómenos elementales y del desencadenamiento. Tal es el fundamento clínico que el propio Lacan destacó, en 1933, de su investigación doctoral: “La originalidad de nuestro estudio consiste en ser el primero, cuando menos en Francia, en que se ha intentado una interpretación exhaustiva de los fenómenos mentales de un delirio típico en función de la historia concreta del sujeto, restituida por una investigación lo más completa posible […]” 4. El seminario Las psicosis culmina este punto de vista estructural (discontinuo), al que dará nuevamente el relevo el seminario El sinthome, de corte continuista. A lo largo de estos años, las fronteras han dejado de ser sólidas murallas para convertirse en litorales.

Las referencias a la paranoia están presentes en la mayoría de los textos de esta compilación, en especial en “Estructura de las psicosis paranoicas”, “Locuras simultáneas” (1931), “El problema del estilo y la concepción psiquiátrica de las formas paranoicas de la experiencia” (1933) y “Motivos del crimen paranoico: el crimen de las hermanas Papin” (1933). Resulta llamativo que cuando Lacan redactó estos textos y su tesis doctoral, la paranoia estaba completamente eclipsada por la esquizofrenia y la psicosis maniacodepresiva. De hecho, muchos autores, como Bleuler, la habían subsumido en el marco de las esquizofrenias. Sin embargo, para él, lo mismo que para Freud, la paranoia constituía el modelo de psicosis. Adoptando una posición excepcional y contraviniendo las tendencias principales, Lacan vio en la paranoia un filón para profundizar en el conocimiento de la psicosis y propuso ampliar su marco nosográfico con la descripción de un nuevo tipo clínico: la paranoia de autocastigo. A esto contribuyó, sin duda, el hecho de que esta locura razonante que es la paranoia cuenta desde tiempo inmemorial con unos mentores privilegiados: los propios paranoicos son quienes con más rigor y profundidad vienen mostrando –mediante sus autobiografías, memorias, ensayos, piezas teatrales y novelas– los dramas que habitan y que ellos mismos alimentan. Aquí radica la principal razón por la que muchos siguen considerándola como la vía regia para el conocimiento clínico de la estructura psicótica. El encumbramiento de la paranoia supone, como es de esperar, una rebaja del interés por los otros dos polos de la psicosis: la melancolía y la esquizofrenia.

La reseña sobre el libro de Ey Alucinaciones y delirios muestra, a mi modo de ver, el progreso inusitado que experimentó el joven psiquiatra con respecto al Lacan que escribió “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1959). Según destaca en su reseña, la teoría de Ey subraya la patología de la creencia como característica de los delirios alucinatorios, a lo que Lacan agrega: “La ambigüedad que presenta tanto la estesia como la exterioridad en la alucinación psicomotriz han hecho de esta para el señor Ey un caso particularmente favorable para demostrar que la característica esencial de la alucinación es la creencia en su realidad”. En el fondo, se da vueltas sobre lo mismo que habían sugerido Esquirol y J.-P. Falret: la alucinación es una percepción sin objeto, a la que se considera verdadera. Es curioso que, en el prefacio de esa obra, Séglas, el más brillante de los tratadistas franceses de las alucinaciones, escribiera con todas las letras que la alucinación no es una patología de la percepción, sino del “lenguaje interior”. Las muchísimas páginas que Ey dedicaría posteriormente a esta materia, jamás captaron la quintaescencia de la conclusión de Séglas. En el caso de Lacan, después de dos décadas de maduración y quizás con esa fórmula en la cabeza, introdujo un giro completo cuando, en “De una cuestión preliminar (…)”, enfatizó que no hay perceptum fuera del campo del lenguaje o, lo que es lo mismo, que el lenguaje constituye y determina el hecho perceptivo.

Otro de los hilos que recorren toda la obra de Lacan es el referente clásico de la creación y la locura. En este marco se insertan los textos sobre los escritos inspirados (esquizografía) y el problema del estilo, de 1931 y 1933, respectivamente. En este último, Lacan propone un replanteamiento sobre uno de los problemas tradicionales de nuestra cultura, cuya solución avista en el “estilo”, esto es, “las virtudes de la convicción y la comunión humana”. A decir de Lacan, Rousseau, un paranoico genuino, “debe a su experiencia propiamente mórbida la fascinación que en su siglo se suscitó por su persona y por su estilo”.

El último de los hilos conductores, presente en la mayoría de estos textos, es la clínica diferencial. Este aspecto se indaga de forma exhaustiva en el estudio “Abasia en una traumatizada de guerra” (1928). La semiología clínica y el arte de las entrevistas aportan al clínico un fundamento seguro para hacerse las buenas preguntas y hallar las pesquisas a seguir. La diferenciación entre lo que es del orden del organismo y lo que es subjetivo tiene su método y obliga a ciertos conocimientos. Si se emplean con buen tino, lo que semejaría una alteración neurológica de la marcha muestra su verdadera naturaleza histérica (pitiática, escriben aquí Trénel y Lacan, haciéndose eco del término de Babinski). A esta discriminación ayuda, sin duda, saber hablar con los pacientes, asunto también destacado por G. Briole cuando menciona, a propósito de otro texto neurológico de Lacan, “la irrupción de la palabra en la clínica descriptiva” 5.

Todos estos textos dan cuenta de la formación psicopatológica de Lacan, tan imprescindible para el quehacer clínico. Necesaria pero insuficiente, esa urdimbre psicopatológica es el asiento firme de la clínica psicoanalítica. Lacan la conocía, la había integrado y formaba parte de su reflexión sobre la condición humana, en especial cuando se ocupaba de la locura. Sin ese conocimiento y esa asimilación, es imposible entrever lo esencial del pathos. Por eso, cuando en Las psicosis, Schreber critica a Kraepelin a propósito de la paranoia y la autorreferencia, Lacan enfatiza que en la paranoia es el Otro quien relaciona todo con uno mismo. Es evidente que Kraepelin sabía reconocer la paranoia (el paranoico lo relaciona todo consigo mismo, dice), pero se le escapaba lo esencial de esta locura del Otro. Detrás de esta simple observación se halla el sobrio fundamento de psicopatología clásica.

José María Álvarez, AP. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Psicoanalista en Valladolid.
alienistas@me.com

Premiers écrits, Jacques Lacan, Éditions du Seuil, Paris, 2023.

 

Notas:

  1. Ey, Henri. “La psychiatrie française de 1900 à 1950”, L’information psychiatrique, 2014, 8, vol. 90, pp. 691-697 (p. 691).
  2. Clervoy, Patrick, Henri Ey (1900-1977). Cinquante ans de psychiatrie en France, Les empêcheurs de tourner en rond, París,1997, p. 23.
  3. Montassut, Marcel. La constitution paranoïaque, Commelin, París,1924, p. 40.
  4. Lacan, Jacques. «Presentación general de nuestros trabajos científicos», en De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Siglo XIX, Ciudad de México, p. 349.
  5. Briole, Guy. “Le jeune Lacan, tel qu’en lui-même”, La Cause freudienne, 2011, 3, n.° 79, pp. 98 -105 (p. 100).