Despsiquiatrización de la erotomanía

Como paso previo a la despatologización de la clínica —abordada con frecuencia por Jacques-Alain Miller— la «des-psiquiatrización» de la misma se produce a lo largo de toda la obra de Lacan. Así sucede con la erotomanía.

Se vincula demasiado el nombre de Clérambault al del psicoanalista. Ciertamente, este último pudo afirmar que aquél fue su «único maestro en psiquiatría».1 Eso fue declarar también que no hubo otros, que en ese período de entreguerras, los maestros ya no eran legión y, por último que, en relación al progreso del saber en psiquiatría, la partida ya se había jugado.

En los años de la publicación de sus Escritos, Lacan enuncia sin precauciones de estilo lo mucho que se considera alejado del psiquiatra: «No les hablaré [de Clérambault], porque verdaderamente no corresponde. Clérambault me aportó cosas. Me enseñó simplemente a ver lo que tenía delante de mí, un loco. Como conviene a un psiquiatra, me lo enseñó interponiendo entre yo y eso, un loco —que es a fin de cuentas lo más inquietante que hay en el mundo—, una muy bonita teoría, el mecanicismo. Siempre se la interpone cuando se es psiquiatra […]. Si ustedes han decretado que se debe a una especie de efecto mecánico […] volverán a sentirse tranquilos. Clérambault me enseñó mucho sobre lo que atañe al estatuto del psiquiatra».2

Lacan adelanta la hipótesis de que el agotamiento de la fecundidad del corpus psiquiátrico no se debió a su rechazo respecto a la teoría sexual del psicoanálisis, sino a su incomodidad ante la verdadera lección de este último, a saber, que un síntoma se constituye por la reunión de dos «mitades»: la primera procede del paciente; la segunda, de aquél al que se dirige.

¿Esto no es del mismo género que la fórmula relanzada por Miller, que podríamos generalizar así: en el campo de la palabra y del lenguaje, no hay otra clínica que CST, «Clínica bajo transferencia».3 Ciertamente, cultivados y lúcidos, los psiquiatras lo han comprendido. Si no fuera así, algunos no nos perseguirían con sus amargas venganzas. Lo comprendieron en un vade retro que constituye un pecado contra el espíritu; ¡pecado que se sabe desde la predicación del Nazareno que es imperdonable!

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