Las próximas Jornadas de la ELP nos convocan para trabajar una cuestión central para el psicoanálisis Lo que hablar quiere decir. Si Freud hizo existir el inconsciente a partir de hacer hablar a sus pacientes, Lacan inició su camino considerando al inconsciente estructurado como un lenguaje. El tema adquiere gran actualidad porque en este momento hay una depreciación de la palabra que ataca al inconsciente y por ende a la subjetividad.

En la experiencia analítica tenemos los dichos del analizante, pero, al ser bajo transferencia, tenemos el decir del analista que guía la cura.

Freud

Freud establecía la relación de la palabra con lo pulsional. Daba a todo suceso un valor afectivo que operaba como carga y del cual el yo se liberaba por dos caminos: la reacción motriz y la labor psíquica asociativa.

La particularidad de los elementos descargados es que pueden combinarse unos con otros. El sujeto en análisis extinguiría el suceso traumático al traducirlo en palabras produciendo un estado de ligadura entre las mismas. El ejemplo del síntoma histérico ilustra este punto ya que tendría una “gran carga afectiva” por lo que no podría entrar en el libre juego de las asociaciones.

La regla fundamental apunta a producir esas asociaciones e introduce la idea de que no importa la falta de coherencia o el sinsentido dado que, finalmente, aparecerá, con la guía del analista que las regla. Pero existe también lo que no asocia, lo que permanece indestructible. Lo no inhibido es monoideico, es la estructura de la cosa. Los síntomas serían desde esta perspectiva el compromiso entre lo que asocia y lo que no, siendo la barrera del displacer la que los separa.

Para Freud existe una estructura coherente (cosa) que no ha sido reducida por el lenguaje y que no entra en “estado de ligadura”. Esta es la base teórica para definir lo que asocia y lo que no permaneciendo por ello indestructible. La consciencia para Freud es consciencia verbal.

Si bien el sujeto asocia hay un “excedente de sexualidad” que no es inhibido por la palabra. De este modo, el “núcleo de nuestro ser” continúa definido por impulsos ingobernables e indestructibles. Los procesos primarios hacen referencia a las cargas “libradas a sí mismas”, es decir, no asociadas. En síntesis, la palabra tiene un límite ya que no puede inhibirlo todo. Esto aparece de manera clara en el ombligo del sueño, donde la misma interpretación encuentra algo que escapa al significante y detiene de este modo el decir.

El conflicto psíquico que se plantea entre la representación intolerable y el yo provoca la defensa de este último. Sin embargo, los recuerdos inconscientes siguen operando y es por ello por lo que los síntomas son derivados de esos recuerdos activos.

En “Las neuropsicosis de defensa”1Freud ya había planteado que entre el “esfuerzo de voluntad” que el paciente realiza y el síntoma histérico hay un camino caracterizado porque el yo se ha enfrentado a una cuestión insoluble e intenta tratar la representación intolerable como “non arrivée”, pero no puede hacer desaparecer ni la huella mnémica ni el afecto ligado a ella. El equivalente es debilitar la representación despojándola del afecto, de la magnitud de estímulo, y transformándola en excitación somática conversiva.

En “Esquema del psicoanálisis” 2 Freud señala que el “núcleo de nuestro ser’ está constituido por el ello. Treinta y ocho años después de “La interpretación de los sueños”, Freud vuelve en este texto al “núcleo de nuestro ser”, lo que en 1900 era definido como lo “intraducido” en 1938 se llama ello y es habitado por el silencio pulsional. En la “Carta 52” a Fliess escribirá́ sobre un aparato donde se realizan transcripciones. En 1900 ya se trata de un aparato con instancias. Hay proceso primario y secundario: en el primero se trata de cargas liberadas a sí mismas, en el segundo, de elementos ligados. En 1915, no son transcripciones sino representaciones conscientes (la imagen además de lo verbal) y representaciones inconscientes (sin representación verbal). En 1923, se tratará de un inconsciente reprimido y de inconsciente genuino (ello). Se puede ver en el progreso de las elaboraciones freudianas que la cuestión del lenguaje tiene un lugar central. Sin embargo, mientras se precisa su papel, queda cada vez más claro que es lo mudo lo que lo sostiene. Freud dejó planteada esta cuestión muy tempranamente con el tema del juicio para mostrar que lo rechazado sostiene el aparato psíquico bajo la forma de la represión primaria.

El hablar no solo tiene importantes consecuencias en los pacientes, sino que, siguiendo sus avatares, Freud conmueve la episteme. Freud establece una diferencia entre los “usos lingüísticos” y el “lenguaje fundamental”. Los primeros hacen referencia a las diferentes formas de expresión lingüística que toma lo que entra en asociación, se trata de las formaciones del inconsciente. El “lenguaje fundamental” emerge como mudo porque no ha entrado en asociación. En la primera vertiente Freud hablará de desciframiento ya que los contenidos se presentan disfrazados en el uso que el sujeto hace del lenguaje; en el segundo caso hablará de traducción como forma de intentar avanzar sobre ese “núcleo intraducido”. Cabe recordar que Freud toma las aportaciones de la psicosis (Schreber), para hablar de “lenguaje fundamental” que, en cierta medida, podría aproximarse en algún punto a lalengua lacaniana.

Lacan

Para Lacan las palabras sirven tanto para la verdad como para la mentira, y sin duda más para esta última.

Los dichos que promueve la regla fundamental tienen que ir más allá del parloteo y para ello se necesita un analista.

El analista debe darse cuenta del alcance de las palabras para su analizante. El afecto3 está hecho del efecto en la estructura de lo que en alguna parte es dicho. El parlêtre habla solo y dice siempre lo mismo, solo hay posibilidad de que algo cambie si habla con un analista. El matema S(A) barrado formaliza ese hablar solo. Por eso Lacan dice que con el lenguaje ladramos tras la cosa, pero ella no responde.4 Es la idea freudiana de que se habla porque se intenta recuperar el objeto perdido, la lectura lacaniana remite a la forclusión generalizada (represión primaria) que se lee como no hay relación sexual.

El analista no toma al pie de la letra lo que dice el analizante creyéndolo verdadero, sino que lee en los dichos, en los enunciados, lo que hay más allá de los mismos.

Lacan hizo del sujeto sujetado por la palabra un parlètre, es decir, un ser de lenguaje que tiene un cuerpo hablante marcado por el goce traumático de un significante fijado. Esa fijación es respuesta al S(A) barrado y, como ya he dicho, hace que diga siempre lo mismo velado por el palabrerío. Por eso hablar bajo transferencia separa los dichos para hacer emerger el referente que no es el modelo que da lo social.

Hay decires que operan y otros que no tienen efectos. Lacan se pregunta cómo un decir puede tener efectos. Para operar puede que tenga sentido o no, pero es la acción del analista la que guía el proceso, así un decir que tenga efectos es una interpretación5 y puede producir modificaciones. La escritura poética le da a Lacan la referencia necesaria para que la interpretación agujeree los sentidos cristalizados, volver operativo el agujero obturado por un sentido fijado. Lacan señala que el sentido resuena con el significante, pero eso es flojo, en cambio, con la escritura poética, se puede tener idea de lo que es la interpretación analítica6.

El dicho no va sin el decir. El decir solo se acopla por ex-sistirles, no es de la dit- mension de la verdad ya que “viene de donde lo real ordena7. Lo real ordena la verdad y el decir viene de allí8. Este decir no puede traducirse en términos de verdad, se puede sitiar como real a partir del imposible no hay relación sexual. No hay relación sino enunciada “Y que lo real de ello solo se asegura confirmándose con el límite que se demuestra de las consecuencias lógicas del enunciado9.

Un decir es un modo de la palabra que se distingue por constituir un acontecimiento10 Es decir, toca el cuerpo de goce. El parlêtre tiene un cuerpo hablante afectado por el goce de la palabra y por el goce del cuerpo. Cuando se analiza el inconsciente se trata de la verdad cuando se analiza el parlêtre se trata del goce. Este cambio es fundamental dado que indica en qué dirección se orientan los decires del analizante, el rumbo que toma un análisis.

El analista realiza una operación de forzamiento para ir en una dirección que no es la del sentido. Forzamiento necesario por el autismo generalizado del parlêtre, el síntoma que no llama a la interpretación, el hablar solo, etcétera. Es importante esta cuestión, si bien la dimensión del sentido no puede eliminarse se trata de reducirla pues si se la abunda tapona. El recurso a la escritura poética va en dirección contraria a agujerar lo sentidos establecidos y de este modo vuelve operativos agujeros estancados.

La actualidad

Frente al agujero forclusivo el discurso del amo da posibilidades para obturarlo a través de los semblantes de vínculo y comunicación que ofrece. Ofertas necesarias para hacer con el sentido frente al sinsentido radical y de las que cada uno se sirve según resuenen en la singularidad sintomática. Ofertas cambiantes que marcan épocas y dibujan una pluralidad que agrupa sujetos que se reconocen en ellas.

Decimos que en este momento histórico se ataca la función de la palabra, se ataca el inconsciente, se borra el sujeto y su responsabilidad.

Pero no basta repetir esto, sino que hay que poder dar cuenta del mecanismo en juego. Algunos puntos para comenzar a pensar el tema:

-El primer paso es un imperativo, ¡habla! Efectivamente, hay que hablar, pero ese hablar no es conversar. La conversación se construye a partir del no saber y necesita de un marco que da las coordenadas para que en el espacio de palabra pueda producirse algo. Ese hablar se metonimiza y se pierde sin dejar marca.

-Hay una ampliación del campo enunciativo, se puede hablar de todo porque se ha destruido la barrera de lo privado. Lo que antes era considerado íntimo pasa a primer plano mostrando el goce que se resguardaba transformándolo en obsceno. Basta mirar los reality show y la audiencia que generan dando ese tipo de “material” que da que hablar, que además da dinero por lo que existen especialistas en producir intimidades para la venta al mejor postor. Así estos productores hablan para vender goces propios o ajenos en las pantallas y revistas del corazón.

-De esta manera hablar de “todo” se degrada al momento mismo que se produce por la voracidad de los medios en generar ranking con la nueva información que inmediatamente será olvidada. Las palabras de esta manera no generan fijación sino borramiento marcado al ritmo de esa producción. En realidad, son todo fake news que destruyen la posibilidad de pensamiento crítico porque generan un bombardeo de flashes sugestivos.

-La palabra tiene una zona oscura que se vela con “hablar claro”, el ideal de transparencia. La palabra se destruye bajo el imperativo dominante bloqueando la apertura del inconsciente por el ritmo que imponen la proliferación los goces. No se trata de informar, de dar entretenimiento en todo caso, sino de hacer gozar, es lo que se llama la atracción del morbo.

-La estandarización de los mensajes en nombre de lo políticamente correcto hace sospechosos de discriminación los que no se adaptan a esos códigos por lo que muchos se someten a esos imperativos para evitar problemas. Se da la paradoja de que el totalitarismo de lo políticamente correcto tiene su contrapartida en el imperio pornográfico en el que se inician los niños.

-El discurso de época marca el funcionamiento que se espera de la palabra. El Nombre del Padre generaba una cierta obligación con la palabra, hoy la palabra ya no obliga al que la pronuncia, ya no hay trato de palabra lo que quería decir que había la responsabilidad de la palabra empeñada. Efectivamente la caída del padre no es el problema sino lo que viene a su lugar así vemos proliferar sin velo los padres del goce que desgastan la palabra cosa que hemos podido ver en figuras como Trump, el rey de las fake news.

-El uso del performativo tiene gran peso ya que da la ilusión de que hay un ser que puede ser autodefinido según convenga. El yo soy se densifica, pero la paradoja es que también se volatiliza rápido en función de la proliferación permanente de los semblantes de ser.

-Cuando se quita la responsabilidad viene la culpabilización porque la responsabilidad toca a todos, a cada uno a su medida, mientras que la culpabilización recae en el otro. Se pasa de lo macro a lo micro, las empresas contaminan, pero el culpable de la contaminación es el pequeño otro que tira un plástico donde no toca.

-La proliferación de terapias de la palabra es un fenómeno acorde a los tiempos. La característica común es que aplanan la palabra restando la profundidad enunciativa. No toman en cuenta al sujeto sino a sus identificaciones subsumiéndolo en un conjunto alienante. Se centran en el enunciado suponiendo la estandarización de la enunciación dando un sentido común que obtura la división que es lo que no se soporta.

Conclusión

Lo que hablar quiere decir en primer lugar es que la palabra se sostiene de lo que no se puede decir por razones estructurales que se escriben S(A) barrado, ese ladrar tras la cosa al que ya se ha hecho referencia.

Lo que hablar quiere decir es que la comunicación es un semblante, ya que se habla solo y se dice siempre lo mismo, por eso el parlêtre lee siempre el mismo escrito. Esa letra se envuelve con enunciados fantasmáticos, esa es la función del fantasma, proveer de un relato para nutrir el semblante comunicacional.

El parlêtre es autista en su goce de allí la necesidad de un dispositivo de palabra que permita, bajo transferencia, pasar por el campo del Otro. Hablar bajo transferencia es la práctica de la responsabilidad de lo que se dice, aún sin saber, porque se trata de la responsabilidad del parlêtre con su goce.

Hebe Tizio. AME. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Psicoanalista en Barcelona.
hebe@tizio.e.telefonica.net

 

Notas:

  1. Freud, Sigmund. “Las neuropsicosis de defensa”. Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires. Vol. III. p. 50.
  2. Freud, Sigmund. “El esquema del psicoanálisis”, op. cit, Vol. XXIII, p. 199.
  3. Lacan, Jacques. (1976-1977) Seminario 24 “L’inssu que sait de l’une-bevue s’aile a mourre”. Inédito, clase del 26 de febrero de 1977.
  4. Lacan, Jacques, Ibid., clase del 11 de enero de 1977.
  5. Lacan, Jacques, Les Cahiers Cliniques de Nice, n.º 1. 1998 (1 de junio de 1998) .
  6. Lacan, Jacques, op. cit., clase del 19 de abril de 1977.
  7. Lacan, Jacques, “El Atolondradicho”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, p. 476.
  8. Lacan, Jacques, Ibid., p. 477.
  9. Lacan, Jacques, Ibid., p. 478.
  10. Miller, Jacques-Alain. “El inconsciente y el cuerpo hablante”.