El enfoque de este libro en su tratamiento de la fobia es enormemente revelador. Diría que lo es como llegan a serlo algunos sueños y algunas producciones literarias. El texto se impregna de la pasión de la autora por la investigación que ha llevado a cabo al circundar el síntoma fóbico separándolo de su contexto teórico habitual.

Este trabajo descubre una nueva forma de pensar la fobia; para ello recorre y recoge todas las enseñanzas y elaboraciones a nuestra disposición. Lo verdaderamente novedoso es su manera de ordenarlo, de ponerlo en relación, y mirar con detenimiento lo que entonces precipita.

La extensa bibliografía sobre la que se asientan las múltiples referencias que contiene la investigación muestra la solidez del trabajo que, partiendo de los precedentes antes de la nominación como fobia, transita la senda que inicia el psicoanálisis de Juanito para desembocar en la posible equivalencia, como suplencia, con el sinthome. Esto último se asienta en los testimonios de los AE de la Escuela Una (recogidos en uno de los capítulos finales), que evidencian la “vigencia del síntoma fóbico como arreglo con consecuencias duraderas en las diversas modalidades de goce”.

Desde la introducción sabemos que la investigación “tomará la forma de una suerte de mapa”; este se nos irá dibujando a través del gran paseo-recorrido firmemente guiados por Ana Cecilia González. El “mapa”, una vez dibujado, se muestra claro y comprensible para bordear el vacío perfecto que supone el arreglo fóbico. Pese a la amplitud del estudio, podemos decir que desde su inicio entramos en su núcleo, que es la relación entre cuerpo, goce y espacio.

Es de agradecer que, en su ruta, la autora se detenga en la crónica de la fobia, recogiendo los precedentes filosóficos y su posterior proceso en la psiquiatría clásica hasta desembocar en la clínica freudiana y los aportes posfreudianos. Este capítulo, reducido precisamente por la escasa historia del concepto, nos proporciona empero una rica visión panorámica: desde el nacimiento de la noción de fobia a su posterior paso por los distintos registros de la medicina y la psicología, desde el rescate efectuado por Freud del “furor clasificatorio y nominalista” hasta los desarrollos de sus discípulos.

Freud, bajo la figura de la agorafobia, introduce la fobia en el psicoanálisis de la mano de su gran compañía: la angustia. Nacía el psicoanálisis y al tiempo su creador encontraba la resolución de su fobia como efecto de su autoanálisis. Como nos dice Ana Cecilia González, el sueño de la inyección de Irma marcó un antes y un después, ya que su desenlace tendrá los efectos de un franqueamiento; el que realizó Freud del “abismo que es el espacio de lo femenino”. En la elaboración teórica freudiana, las fobias están presentes de principio a fin y cumplen un papel fundamental en el tratamiento clínico de la angustia y la satisfacción pulsional. La autora nos muestra y ordena los pasos dados hasta llegar a establecer la histeria de angustia, precisamente como resultado de la observación de una fobia, la del pequeño Hans.

El itinerario nos lleva al estatuto del objeto de la fobia y nos muestra la distinción entre los dos tipos: las zoofobias y las fobias relativas al espacio. Concretamente, con el estudio de ese miedo tan peculiar de estas últimas, descubrimos la importancia del espacio y su organización en todos los arreglos fóbicos. Fundamental y necesaria la distinción entre el miedo y la fobia, para no perder de vista que hay miedo sin fobia, pero no hay fobia sin miedo; puntualización que nos servirá más adelante cuando abordemos la última enseñanza de Lacan. Asimismo, la investigación explora la relación de la angustia con el goce y, desde ella, la cercanía del objeto fóbico con lo ominoso y su articulación con lo femenino.

En este libro vamos encontrando a cada paso la valiosa traducción de la lógica freudiana a los términos de Lacan, así como múltiples referencias a las revisiones sobre el tema realizadas por colegas lacanianos, que abundan en la amplitud del tema en estudio.

Lacan nominará la fobia “placa giratoria” y la situará como “síntoma solución”. Pero, cómo podría seguir interesándonos la fobia, “categoría problemática, que de entrada se presenta tan difícil de delimitar como de eliminar”, y utilizada principalmente por la psiquiatría estadística. Es esta una pregunta que encontramos en el inicio mismo del trabajo, a la que inmediatamente se responde desarrollando el cambio efectuado por Lacan desde su consideración como tipo clínico a su tratamiento como síntoma: “uno que se presta bien para explorar el problema de cómo hacerse con un cuerpo, cómo sujetarlo, cómo localizarlo”. Cuestión esta muy relevante en “la época del parlêtre” –la nuestra– marcada síntomáticamente por el nudo de dos discursos: ciencia y capitalismo.

En el capítulo La fobia según Lacan, se expone en el caso Juanito que Lacan transformará elevando la fobia a paradigma clínico de lo simbólico. Junto a este, podemos seguir también los casos de Sandy o “la inglesita”, el Hombre de los Lobos y otros para, a través de ellos, captar, como nos muestra la autora, su empeño en demostrar que la operación fundamental es la metáfora, la sustitución de la angustia por el miedo; con ello, la operación de la fobia funciona como suplencia de la metáfora paterna.

El desarrollo de lo que aquí solo apuntamos implica transitar prácticamente por todos los Seminarios de Lacan, mostrando la importancia de la fobia en las diferentes etapas de su elaboración teórica y en la construcción del objeto a. Avanzamos con el esclarecimiento que proporciona al planteamiento del tema poner en juego, con las fórmulas de la sexuación, los dos tipos de goce: el fálico y el Otro goce o femenino. La exposición de la relación de lo irrepresentable femenino con un goce ilimitado, que sustentan diversos trabajos psicoanalíticos, demuestra la función de posible solución del arreglo fóbico.

Tendremos que esperar a la última enseñanza de Lacan —con los conceptos de cuerpo, sinthome y escabel, y con el cambio radical de paradigma que supone el nudo borromeo— para que el parlêtre —ser hablante que tiene un cuerpo— domine la escena en la fobia.

Como broche final tenemos la presentación de arreglos fóbicos contemporáneos: testimonios de los AE y casos singulares de recursos sinthomáticos construidos en análisis. Por último, poniendo en juego el “esfuerzo de poesía” del que se vale el arreglo fóbico, el mapa acabará de dibujarse con la observación de los productos culturales de un filósofo, Eugenio Trías, y una artista, Sophie Calle, a través de los cuales se pone de manifiesto el “saber hacer” con los restos, que es el arte.

Susanna Vendrell. Socia de la sede de Barcelona de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis.
svendrell@hotmail.com

Arreglos fóbicos. Cuerpo, goce y espacio, Ana Cecilia González, Ed. Tres Haches, Buenos Aires, 2021.