Texto de Isabelle Durand

Situemos de entrada las coordenadas en las que Jacques-Alain Miller dictó este curso. Del síntoma al fantasma. Y retorno se desarrolló durante el curso 1982-1983, es decir, poco tiempo después de la muerte de Jacques Lacan y de haberse autorizado a practicar el psicoanálisis. Por tanto, Jacques-Alain Miller ha cambiado de posición respecto a la lectura que realiza: en este curso, ya no recorre el saber de la enseñanza de Lacan solamente para verificar su coherencia,[1] sino que bordea los principios de su práctica analítica. Se apoya también, como él mismo subraya, en su propia experiencia analítica como analizante. Este curso se realiza el mismo año en que Jacques-Alain Miller publica el seminario La ética del Psicoanálisis,donde Lacan empieza a construir el Otro barrado: en el corazón del Otro, está das Ding. Dos clases de este curso[2] están de hecho dedicadas al Seminario 7 de Jacques Lacan.

El objetivo que Miller tiene a lo largo de este curso, y que él mismo confiesa en Buenos Aires en julio de 1983, es el de proponer la articulación clínica entre síntoma y fantasma como brújula en la dirección de la cura.[3] Asimismo, en este curso, Miller sigue la segunda vuelta de la enseñanza de Lacan iniciada el año anterior. Para ello introduce el año insistiendo en su propósito, declarado en 1980, de desvelar a Otro Lacan: un Lacan para quien no todo es significante. Está también el goce. Y síntoma y fantasma son, de hecho, dos modos de goce: el síntoma es goce bajo el modo de displacer, y el fantasma bajo el modo del placer. El fantasma masoquista, como el de Pegan a un niño, da cuenta de cómo un sujeto puede conseguir satisfacción a partir del dolor. Jacques-Alain Miller intenta rectificar el error según el cual la enseñanza de Lacan se basaría en que todo es significante, recordando para ello que Lacan mismo consideró el objeto a —y por tanto, el goce— como su único descubrimiento. Escoge este “no-todo significante” como brújula de lectura apuntando de este modo a lo real que está en juego. Esta nueva lectura que Jacques-Alain Miller hace de la enseñanza de Lacan constituye un viraje decisivo.

En este curso, Miller plantea que si el final del análisis se concibe a partir del fantasma, siendo su travesía el punto de capitón, la entrada en análisis se ubica esencialmente en relación a la formalización del síntoma. Síntoma a la entrada, fantasma al final, podría ser un modo de sintetizar un recorrido analítico. La entrada en análisis se produce cuando se consigue enganchar el síntoma al sujeto supuesto saber. Pero al final, si Lacan habla de travesía, es para dejar claro que el fantasma no desaparece.

El hilo que recorre todo el curso se basa esencialmente en demostrar que el fantasma es causa de los síntomas. Pero ubiquemos algunas de los entrecruzamientos que se producen con esta vía central.

Una de las aseveraciones sobre las que Miller insiste una y otra vez es la idea según la cual “No hay clínica sin ética”. ¿Eso que significa? Primero que no hay clínica sin implicación del analista, y que la buena pregunta sería la de preguntarse qué quiere: ¿Qué pretende obtener el analista? Lo que quiere el analista es fundamental por las consecuencias que tendrá sobre el paciente. Y es precisamente por eso, precisa Miller, que hablamos de la responsabilidad del analista. Si quiere normalizar, adiestrar al paciente en función del discurso del amo, eso no llevará a la experiencia analítica en tanto tal. El analista tiene que haber conseguido en su propio análisis separarse de los ideales comunes, de exsistir fuera de los lazos sociales comunes, para hacer existir un lazo social nuevo. El psicoanálisis supone un más allá del bienestar y, en este sentido, es también un discurso subversivo. No es el paciente quien pedirá ir más allá del bienestar. Tampoco es él quién quiere que la experiencia le lleve a la destitución subjetiva. Esta orientación será responsabilidad del analista. Sin embargo, no se puede prejuzgar los que podrán ir hasta el final de un análisis. Y por eso podemos afirmar que no puede haber criterios de analizabilidad.

“No hay clínica sin ética” también concierne al grupo analítico, y a la lectura que hace de la teoría analítica. La IPA, sostiene Miller, es un grupo que amputó la clínica analítica de su ética, dejando fuera así lo más fundamental de la teoría: la pulsión de muerte, y por consiguiente la cuestión de la relación estrecha entre sufrimiento y goce. La IPA es una institución que se fundó sobre el rechazo de Más allá del principio de placer, protegiéndose de este modo contra la ética del psicoanálisis. Es por todo ello que Lacan la nombró con ironía como una SAMCDA: Sociedad de Asistencia Mutua Contra el Discurso Analítico. Y lo más asombroso, dice Jacques-Alain Miller, es que la IPA tiene la pretensión de tomar a Lacan, pero amputado de su ética.

Lacan define al fantasma como un axioma, es decir como una afirmación no sometida a los criterios de la verdad. No tiene la dialéctica del deseo, ni tampoco se modifica como el síntoma. El fantasma no se presta a la lectura, a la interpretación; está aparte, alega Miller. Este curso Del síntoma al fantasma. Y retorno se encuentra en la estela iniciada por la exposición de Miller en 1980 en la que concluye: “Se idealiza la experiencia cuando se calla la función de repetición del fantasma. (…) El atravesamiento del fantasma da alas, sin duda, pero convierte a unos en albatros[4] y a los otros en palomas de Platón“.[5]

Asimismo, el analizante no confiesa fácilmente su fantasma, mientras puede hablar abundantemente de sus síntomas. Considera su fantasma lo más íntimo hasta el punto que le avergüenza. Los fantasmas suelen tener un tinte perverso, y que un sujeto tenga deseos perversos no lo convierte en un perverso. Pero es lo que teme. Contradice sus valores, sus ideales; va en contra de lo que considera bien o normal. Por ello, en un análisis, el analizante tarda tanto tiempo en revelarlo. El sujeto consigue llegar al orgasmo mediante su fantasma con el que suele representarse como objeto de goce del Otro. En este sentido el sujeto se desvanece.

Si no tomamos el fantasma por brújula, estamos abocados a una clínica sin ética, afirma Jacques-Alain Miller de distintos modos a lo largo de todo este curso. El analista, si es digno de su función, no puede hacerse cómplice de la evitación del fantasma por parte del analizante. Si no está orientado sobre su búsqueda, puede producirse un impasse en la cura analítica. Y de allí el invento del Pase por parte de Lacan.

Isabelle Durand. AP; ELP. Psicoanalista en Barcelona.

isabelledurand8@yahoo.es

[1] Miller, J.-A., Del síntoma al fantasma. Y retorno, Buenos Aires, Paidós, 2018, págs. 10 y 12.

[2] Ibid., capítulos VIII y XIX, págs. 141-174.

[3] Miller, J.-A., “Dos dimensiones clínicas: síntoma y fantasma”, Dos dimensiones del fantasma por J.-A. Miller y La teoría del yo en la obra de Jacques Lacan por Diana S. Rabinovich, Buenos Aires, Manantial, 1984, pág. 12.

[4] Referencia al poema de Charles Baudelaire El albatros que acaba así: “Sus alas de gigantes le impiden caminar”.

[5] Miller, J.-A., “Cláusulas de clausura de la experiencia analítica”, intervenciones durante el Seminario de Caracas, con Jacques Lacan, los días 12-14 de julio de 1980, publicadas en Escansión analítica I. Actas de la reunión sobre la enseñanza de Lacan y el Psicoanálisis en América Latina, Caracas, Ateneo de Caracas, 1982, págs. 59-61. Estas intervenciones han sido reeditadas en Miller, J.-A., Seminarios en Caracas y Bogotá, Buenos Aires, Paidós, 2015, págs. 224-238.