Texto de Gustavo Dessal 

“You have always been my inspiration…”, cantaba Paul McCartney en 1968, cuando estrenó esta canción. Pocos años después, en 1970, yo conocí a otra Marta, una sin hache, pero que también fue una inspiración por muchos años. Una inspiración por su tozuda voluntad de trabajo, por su generosa capacidad de amar a los que amaba. Nos encontramos la primera vez cuando yo iniciaba mis estudios de psicología. Ella dictaba un curso en el Hospital Borda, empleando técnicas de psicodrama que habrían de servirnos a los alumnos para manejarnos con las situaciones que podían producirse en aquel manicomio de triste fama, pero en el que aprendí toda la gran psiquiatría que sigue siendo una guía fundamental en mi práctica. Marta poseía un encanto hipnótico, fascinaba con su capacidad para hacernos entrar en la ficción psicodramática, y hacernos vivir las experiencias a las que más tarde nos enfrentaríamos de verdad. Las situaciones conmovedoras, angustiantes, imposibles e inolvidables que la locura, la locura con mayúscula, la locura extraordinaria y de largo deterioro, nos marcarían para siempre. Marta nos acompañó en esa aventura de comenzar a trabajar en ese infierno donde tuvo comienzo mi formación analítica.

Más tarde, tuve la fortuna de colaborar con ella de forma más cercana. Me dio la oportunidad, siendo yo muy joven, muy inexperto, pero totalmente entregado a la pasión del psicoanálisis, de trabajar en psicoterapia junto con ella. No escatimó esfuerzos por transmitirme su saber hacer, y esos primeros años se interrumpieron bruscamente cuando el golpe militar del 76 la obligó a dejar la Argentina e instalarse en Madrid. En 1982 fue mi turno de marcharme, y lo hice a la misma ciudad, donde nos reencontramos. Ella me alucinó alguna vez en una playa del sur de España, cuando en verdad me encontraba aún en Buenos Aires, y yo creí verla muchas veces andando por la calle Coronel Díaz, muy cerca de su consulta, esa calle donde los jacarandás forman un arco que sigue dejando boquiabiertos a locales y turistas. En Madrid, volvimos a compartir muchas cosas. Su casa fue un refugio en esos primeros años donde uno debía abrirse camino en esa segunda vida, siempre azarosa, de quien emigra. Nos fuimos haciendo mayores, pero ella conservó hasta el último momento su sonrisa, su sentido del humor, su palabra cálida, y su juventud interior.

Marta, my dear, has sido la inspiración de muchos. Trabajadora incansable, conquistaste el cariño y el respeto de todos lo que te conocimos y los que no te olvidamos. Yo, personalmente, te debo mucho, y estoy convencido de que nuestra Escuela también.

Gustavo Dessal. AME, ELP. Psicoanalista en Madrid.

g.dess.esp@cop.es