Texto de Marta Davidovich*

“La única ventaja que un psicoanalista tiene derecho a sacar de su posición, aún cuando esta le sea reconocida como tal, es la de recordar con Freud que en su materia el artista siempre le precede y que no tiene por qué hacerse entonces el psicólogo allí donde el artista le abre el camino”.[1] Estas palabras de Lacan, en el homenaje a Marguerite Duras, dejan la indicación a sus alumnos del deber pasar indefectiblemente, por sus significantes, la práctica de la letra converge con el uso del inconciente.

En el Discurso en la EFP Lacan nos advierte: “El psicoanalista no quiere creer en el inconsciente para reclutarse. ¿Adónde iría si se diera cuenta de que cree en él al reclutarse mediante los semblantes de creer en él?”.[2]

Cuando Lacan funda su Escuela en 1964 no existe el Pase. El Acto de Fundación[3] de Lacan, aspira a consolidar un organismo, cuyo objetivo de trabajo es la formación que asegure la reconquista del Campo freudiano. La Escuela adopta para la ejecución del trabajo la modalidad del cartel. La admisión será decidida por el propio Lacan. Dice no necesitar una lista numerosa, sino trabajadores decididos. La selección es bajo el poder del S1. La Escuela del 64 obedece al “para todo x”.

En 1967, en su intento de introducir en la Escuela lo real en juego en la formación del psicoanalista, hace su Proposición.[4] De ella dirá más adelante: “Era el primer escalón de un reclutamiento de estilo diferente, que da especificidad al discurso analítico”.[5] La proposición es entonces sometida a discusión. Ella se instala en ese vacío que deja el Acto de Fundación. Al no ser garante de la formación, no está definido el AE, en tanto Analista de la Escuela. Si bien la Proposición se inicia con la idea fuerte de las garantías que puede dar la Escuela, su desarrollo invierte la dirección en el sentido de reafirmar que es el Pase el que otorga la garantía a la Escuela. En la Proposición misma encontramos un empalme entre la dimensión de extensión y la de intensión. Así podemos seguir el desarrollo del algoritmo de la transferencia como entrada al dispositivo analítico a través de precisiones en torno al saber (S2): investidura del saber supuesto, el saber textual que el supuesto saber le significa, la significación del saber, su diferencia con el saber referencial, el no-saber, el saber en reserva, etc. Lo interesante es que después de este desarrollo Lacan afirma: “Esta ordenación del orden del saber en función en el proceso analítico, es aquello en torno a lo cual debe girar la admisión en la Escuela”.[6] La Escuela de la Proposición tiene como condición el Pase, o sea que no hay Escuela sin Pase. La lógica que prevalece es a nivel del uno por uno de la serie del Pase.

En la Nota italiana,[7] pone el Pase como única garantía para su grupo, planteando que esto les otorgaría seriedad. Esta propuesta, calificada de extrema, pone en evidencia el Pase como garantía de la Escuela.

Si hace poco más de seis años Jacques-Alain Miller nos formuló en esta misma ciudad una pregunta,[8] es mi intención hoy en estas Jornadas, poder hacer algunas reflexiones después de haber realizado la experiencia del Pase. En tanto el Pase está hoy instalado en nuestra Escuela, el Pase a la entrada es posible.

En primer lugar, el Pase a la entrada es una invitación. Sabemos que Lacan propone dos selecciones para los analistas de su Escuela. La primera demostrar ser un trabajador decidido (AME) y la segunda demostrar estar analizado (AE). La Pregunta de Madrid hace una homología entre los modos de selección de analistas y se interroga sobre la viabilidad de reclutar a los miembros de esta Escuela por esta vía. Se propone no-todos por el Pase, no-todos por el trabajo.

Dice Miller: “Se trata de distinguir de manera homóloga a la selección de analistas un Pase de entrada, donde no se demostraría que uno ha terminado su análisis, sino que al menos lo ha empezado una vez”.[9] O sea el Pase es una de las puertas posibles. Al no ser obligatorio, es una invitación.

Es una invitación donde uno mismo pide estar invitado. Es una invitación cuya decisión concierne al propio sujeto, “si quiere entrar a la Escuela en tanto analizante, teniendo como argumento el haber hecho o estar haciendo un análisis”.

Como todo invitado debe golpear la puerta. Hay una puerta de entrada a la que se debe golpear y empujar para que se abra. Para ello hay que formular una demanda. Demanda de Pase que se hace a la Escuela. ¿Y qué se pide? Se pide dar un testimonio. Para ello es necesario tener un deseo decidido, que ya ha funcionado en la entrada en la cura, y que Lacan espera vuelva a surgir en el final. Sin embargo, entre estos dos tiempos hay otro momento, momento para testimoniar de este deseo. Este momento es un momento singular, propio, así como lo es el testimonio.

Pero, ¿puede el sujeto decir cuál es su deseo? Solamente puede decir cuál es su demanda, pues siempre encontraremos esa divergencia entre enunciado y enunciación. O sea que el Pase a la entrada permite investigar qué deseo existe en la demanda de entrada a la Escuela. El Pase es un procedimiento que permite evaluar si el dispositivo analítico ha producido un deseo al servicio del psicoanálisis y no solamente al servicio del analizante.

Formulada la demanda, eres citado y concurres puntualmente a la cita. En la puerta encuentras un portero muy amable que quiere saber muchas cosas, pero fundamentalmente: ¿por qué quiere usted entrar por esa puerta?

Además de las respuestas que cada uno pueda dar, también se lleva a esta cita una tarjeta que toda invitación requiere y que también se denomina invitación en la que puede leerse: “Analizante”.

El portero, el que cuida esta puerta, dice: “Vale”. Acepta la demanda. No siempre lo hace. A veces considera que la entrada prematura por esta puerta tiene riesgo para el propio análisis del analizante y por eso dice “no”. O sea que cuida la puerta de entrada a la Escuela y cuida a los que quieren ser sus invitados.

El portero te hace saber quienes son aquellos que con la misma tarjeta de “analizantes”, están dispuestos escucharte. Son también analizantes aunque han sido invitados por sus propios analistas por considerar que se encuentran en un momento especial de su análisis que les permite recoger el testimonio.

El que cuida la puerta me preguntó si tenía inconveniente con alguno de los nombres de la lista. Recuerdo mi respuesta: “Confío en el dispositivo”. Se cree en el dispositivo como se cree en el inconsciente.

Allí comienza el juego, la apuesta, y se efectúa un sorteo. Y como en toda apuesta no puede faltar el azar. El portero se quita el sombrero para elegir a los dos que tienen la llave de entrada, que serán a partir de ahora los “pasadores”. Ellos son los encargados de hacer la transmisión del testimonio del pasante al cartel del Pase. El cartel del Pase será el encargado de hacer transmisible, de hacer pasar a la Escuela, la elaboración de doctrina para llevar su verdad, aún aquella de la que no se querría saber, de cómo se practica el análisis, de cómo se llega a un fin de análisis, de cómo se produce ese deseo inédito, el deseo del analista.

Ya con la invitación aceptada y con una nueva tarjeta, la de pasante, te diriges a los pasadores para concertar con cada uno el comienzo de las entrevistas.

Podría diferenciar tres tiempos en la experiencia.

  1. Antes el Pase

Como toda apuesta, en tanto acto, está fuera del saber, aunque haya un saber sobre la lógica que sostiene el acto. Se produjeron dos efectos en mí: un cierto entusiasmo y un malestar, difícil de localizar, acompañado de formaciones del inconsciente.

  1. Durante el Pase

Lo primero que me preguntó uno de los pasadores fue: ¿Qué Pase querría hacer?, haciendo referencia al Pase de final de análisis o al de entrada a la Escuela. Mi respuesta fue: “No sé”. El Pase como procedimiento es para el pasante, en el proceso del Pase. El dispositivo está concebido para que se recoja lo más fino de lo que constituye el paso de analizante a analista. Pienso que el dispositivo es el mismo aunque lo que verifique sea diferente. El cartel del Pase sólo nomina al AE, no nomina al miembro de la Escuela. Lo que se verifica es un deseo. El cartel del Pase sólo da un informe, es el Consejo el que decide, el responsable del reclutamiento de los miembros de la Escuela.

¿Cuál es la diferencia entre analizante y pasante? Si para el analizante la búsqueda es la causa en su saber inconsciente, el pasante quiere construir un saber con su inconsciente para responder de la causa. El Pase es una invitación al deseo de saber.

No es lo mismo hacer una cura y la transmisión que se puede hacer de la propia cura. El pasante hace una construcción de su caso al hilo de los encuentros con los pasadores. ¿De qué se testimonia? De la producción de los S1. Se tiene una idea del antes y del después de esta producción. También se tiene una idea de los cambios de dirección operados en el transcurso de la cura. He podido verificar efectos de interpretación y como efecto lo que apuntaba a la construcción del fantasma. Hay que construir la lógica donde pueda leerse el pasaje de un significante que lo representa a un objeto que lo causa. Lo que permite introducirse en esa lógica es la estructuración de los fenómenos de la transferencia. La relación con el saber no es de captura, sino de imposibilidad.

Me ha sorprendido cómo se pasaba de lo trágico a lo cómico, me he reído varias veces, había un verdadero efecto de chiste, me causaron gracia muchas de las cosas que relaté, las que tanto me habían mortificado y angustiado en otro tiempo. Apareció durante las entrevistas algo de mi propia verdad que no había comparecido en el análisis.

Con la aparición de un nuevo significante, en un sueño, pude reconocer en las entrevistas del Pase la diferencia entre el decir y el dicho.[10] Y cómo se articulaban síntoma y fantasma con la transferencia.

Una de las cuestiones que me preocupaban era si podría surgir una nueva transferencia con los pasadores. Verifiqué que si hay transferencia en el Pase es transferencia de trabajo. Creo que esto hace posible que esta experiencia íntima y singular pueda relatarse sin dificultad de una manera condensada, lógica, y destacaría un efecto: la ausencia de obscenidad.

El Pase tiene la pertinencia de hacer que el saber no sucumba a la represión. Como experiencia participa de ese retorno del medio-decir de la verdad.

  1. Después del Pase

El Pase cambia el análisis. Tuve la certidumbre de un cambio de dirección. Al salir del Pase se sabe más de lo que se sabía antes. El Pase tuvo un saldo más positivo del esperado. He encontrado un beneficio de saber no calculado.

Es la primera vez que concibo como posible un fin de análisis. Me he dado cuenta del abrigo que ha sido para mí el amor de transferencia, y cómo estaba relacionado con la pregunta que nos legó Freud: ¿Qué quiere una mujer?

Si el psicoanálisis hace una apuesta por el deseo a través del tratamiento de lo real del goce por lo simbólico del significante, esto se estructura a partir de la idea del inconsciente, de la idea que el sujeto no quiere su bien-estar, de la idea de que en el síntoma se anudan demanda, deseo y goce y que el deseo es el ser mismo del sujeto, o sea falta-en-ser. Verificar un deseo es concordante con la ética del psicoanálisis. He entendido por qué Lacan dice en el Seminario 7 que el analista paga con su juicio.[11]

Y también lo que plantea en el final del Seminario 11,[12] que el deseo del analista no es un deseo puro. Abrir la pregunta ¿qué soy?, pregunta no relacionada con el A, permite abordar la falta-en-ser: en el deseo no se trata del Otro, sino de la falta-en-ser. Abrir esta pregunta no es ya demanda de amor sino deseo de saber. Se somete a prueba al Otro tachado. Por eso la transferencia, en cuanto amor, se dirige a un saber supuesto. Basta tener un S1 para que haya transferencia. En este nivel de la transferencia, el amor pertenece al registro de la alienación. Es el amor del dos, no el amor del uno, opuesto al deseo de la diferencia absoluta. He podido separar el ideal del objeto a, y con ello encontrar un trozo de real, de lo que se ha sido en el deseo del Otro. Esto va a contracorriente de la identificación, que busca hacer homogéneos los deseos. Más allá de la identificación hay que arreglarse tanto con el síntoma como con el goce.

La cura analítica no cambia el fantasma pero sí la forma en que estamos capturados en él y me ha permitido un acercamiento al horror que puede reconocerse en su virtualidad antes del final. El pasaje a analista y el pasaje a la Escuela, ambos, interrogan lo real.

El Informe del Cartel del Pase: después de un tiempo de espera, el cartel dio su informe. Estuve de acuerdo con su respuesta.

¿Qué puede enseñar el Pase de entrada a la Escuela? Puede circunscribir la cuestión preliminar al análisis, la estructura del síntoma y cómo el síntoma bajo transferencia se pone en juego en una cura. Puede enseñar en qué condiciones el análisis de uno cualquiera puede ser útil para todos a través del lazo entre el trabajo inconsciente y la transferencia a la Escuela.

El Pase a la entrada es una forma de desidealización de un tiempo final. Dejarlo solo para el final sería debilitar la relación de necesidad lógica entre Pase y Escuela.

Diría que el Pase ha sido, en mi experiencia, un empuje hacia el final. Es por ello que quiero agradecer el trabajo de los pasadores, verdaderamente responsables éticos de la experiencia subjetiva del pasante, y el del cartel del Pase. Ahora si me gustaría saber algo más de su trabajo.

Si el título de AE ratifica que hay analista, el de miembro de la Escuela autentificará que hay análisis. Y si lo hubo, como dice C. Soler, “existirá alguna chance para el analista por venir”.[13] Para terminar, una cita de Carmen Galiano: “Aceptar esta invitación, quiere decir no recular frente al deseo del Otro, querer que la Escuela sea la Escuela de Lacan”.[14]

[1]* Publicado en Pliegos 5/6, Sección de Madrid de la Escuela Europea de Psicoanálisis, Madrid, 1997.

Lacan, J., “Homenaje a Marguerite Duras, por el arrobamiento de Lol V. Stein”, Otros escritos, Buenos Aires, 2012, pág. 212.

[2] Lacan, J., “Discurso en la Escuela Freudiana de París”, Otros escritos, op. cit.., pág. 299.

[3] Lacan, J., “Acto de Fundación”, Otros escritos, op. cit..

[4] Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Otros escritos, op. cit..

[5] Lacan, J., “Sobre la experiencia del Pase”, Lettres de l’École Freudienne nº 15, Paris, junio 1975.

[6] Lacan, J., “Primera versión de la Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Otros escritos, op. cit., pág. 611.

[7] Lacan, J., “Nota italiana”, Otros escritos, op. cit., pág. 330.

[8] Miller, J.-A., “La pregunta de Madrid” (17.10.1990), Uno por Uno nº 17, Eolia, 1991.

[9] Ibíd.

[10] Lacan, J., “El atolondradicho”, Otros escritos, op. cit.., pág. 473.

[11] Lacan, J., El Seminario, libro 7: La ética del psicoanálisis (1959-60), Paidós, 1988, pág. 347.

[12] Lacan, J., El Seminario, libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1986, pág. 284.

[13] Soler, C., Debate, Fascículos de psicoanálisis, Eolia, 1991.

[14] Galiano, C., Debate, Fascículos de psicoanálisis, Eolia, 1991.