Realizada por Esperanza Molleda

En este número de la revista que gira en torno al significante Mujeres, nos interesaba conocer de primera mano de qué manera un oficio, una profesión, una dedicación podía convertirse para una mujer en el eje de una vida. Contamos en esta ocasión con la oportunidad de entrevistar a la artista plástica Eva Lootz. Nacida en Viena en 1940, llegó a España para quedarse en 1967, instalándose en Madrid. Rápidamente se integró en el ambiente artístico y crítico del final del franquismo, entablando relación con Navarro Baldeweg, Patricio Bulnes o Juan Manuel Bonet, entre otros. Formada en la Escuela Oficial de Cinematografía de su ciudad natal ha desarrollado su labor creativa por vías muy diversas: dibujo, escultura, instalaciones, vídeos, intervenciones paisajísticas. Recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1994. En su trabajo siempre se ha mostrado muy interesada en indagar aquello que queda más silenciado y oculto. En este sentido, la materialidad muda que subyace a nuestro mundo, frente a lo que se declara “visible” y frente al imperio del lenguaje y de la imagen, ha sido objeto de numerosos proyectos que han llevado a Lootz a visitar, investigar y crear obras artísticas a partir de canteras, salinas, pozos mineros, ríos…. Precisamente en la presentación de su última exposición en Madrid, La canción de la tierra, nos hablaba de esta intuición temprana: “antes que las ideas como guías de los destinos humanos están los elementos de la tierra y sus propiedades, es decir, son las materias las que “hacen mundo” y prefiguran la historia del género humano, pues la tierra está siempre primero y los humanos vienen después; somos una especie tardía que tiene que adaptarse y de hecho se adapta a lo que encuentra sobre la tierra”1. Otros temas que han suscitado su trabajo e investigación han sido la feminidad en la exposición A la izquierda del padre (2010-11) o el poliédrico mundo de los nudos en Nudos (2012).

1.- En primer lugar, queríamos preguntarle acerca de cómo surgió su vocación de artista plástica y cómo fue tomando forma y consistencia está dedicación.

Eva Lootz: Por mi parte, rechazo la narrativa de la vocación del/de la artista -con eso se podrían llenar estanterías enteras- por ser subsidiaria de la narrativa del genio que corresponde enteramente a un marco de pensamiento antiguo y patriarcal.

El genio tenía su razón de ser como campeón de la sublimación en una sociedad burguesa, pero en la época de los “genes a la carta” y del “turbo-capitalismo”, a mi modo de ver, no tiene ninguna.

¡Hay tantos moldes que ya no sirven! ¡Hay tanto que hace falta repensar! Eso es lo que intento hacer.

2.- En distintas ocasiones usted ha hablado de su fascinación por “hacer cosas”, de “su innata tendencia a querer hacer”, ¿podría extenderse un poco acerca de en qué consiste este empuje, esta inclinación al “hacer” y cuál es la relación de esta característica suya con su trabajo como artista?

Eva Lootz: En cuanto al “hacer” es un impulso muy arcaico, una fascinación por la manera de poder trabar las cosas, por cómo ensamblar piezas para que resistan un uso más o menos prolongado.

Supongo que lo mismo que hay quienes se sienten atraídos por las pastelerías, o las joyerías, o las tiendas de ropa, o las librerías, yo pertenezco a ese tipo de personas a las que les encantan las ferreterías, ese paraíso de las posibilidades del hacer…

De todos modos tengo un recuerdo de la primera infancia, tendría unos tres o cuatro años, que por algo se me debió de quedar grabado: Cuando era pequeña, las mujeres de mi casa, mi madre y sus amigas, hacían punto, hacían virguerías de chaquetas y jerseys. Un buen día me quedé sola en casa con la cesta de labores, los ovillos y las agujas; y ni corta ni perezosa intenté por mi cuenta inventar la manera de hacer punto, enrollaba la lana alrededor de la aguja para sacar de allí el punto siguiente, pero me faltaba saber hacer el nudo del comienzo, del que se saca todo lo demás, y todo se deshacía…

Cuando volvieron los adultos me encontraron en medio de un mar de hilos y desesperada porque aquello no me salía. Evidentemente me enseñaron cómo había que hacer y después siempre fui muy hábil en toda clase de labores…

 3.- Desde sus inicios hasta la actualidad, usted ha insistido en la importancia de la materia frente a la volatilidad de las ideas, lo enmarañado de la subjetividad, las confusiones del lenguaje, ¿de qué manera el trabajo directo con lo material, que implica la creación artística, le ha podido servir a usted para encontrar un “saber hacer” singular con lo insoslayable del lenguaje, de la subjetividad, del pensamiento?

Eva Lootz: La subjetividad tal como la concibe la tradición occidental fue siempre problemática para mí. Tal vez por eso me interesé luego por el psicoanálisis. Y me han interesado la mayoría de los principales autores: Freud, Jung, Klein, Winnicott, Kristeva, Lacan…

Soy consciente de que en nuestra sociedad es imposible sobrevivir sin una “identidad” con un cierto grado de solidez, por eso he dicho siempre que me he fabricado una “identidad funcional de emergencia” que a mí me sirve, pero que no deja de ser precaria, llena de parches, de restos recogidos aquí y allá, de escombros malamente ensamblados -nada que ver con los confortables apartamentos de la subjetividad que ostentan los hombres (no todos, es cierto…)-, aunque me permite “funcionar”. Y es lo suficientemente compacta como para mostrar los dientes cuando me siento agredida o siento maltratada mi dignidad…

En eso de llegar a un “saber hacer”, es decir llegar a una profesionalidad, habría que hacer muchas salvedades; dado que el saber en nuestra tradición postula un sujeto del saber y ese es siempre también un propietario, un derechohabiente, en última instancia, un dueño. Toda nuestra práctica del aprendizaje está infectada por el lastre del dominio y de la competencia. Pero yo no me siento dueña de nada (aunque a cierta edad las tentaciones no faltan…) y no está en mi ánimo competir (la sociedad, ciertamente, hace casi imposible resistirse en ese punto)…

Mi punto de partida fue el querer hacer no haciendo, hacer arte como quien hace pan o ladrillos, con toda la crítica del sujeto que eso implica. Eso es lo que está detrás de todo el comienzo de mi trabajo, de las planchas de grano, los bloques de algodón, los paños metidos en parafina.

Pero incluso después, al asumir la presencia del lenguaje, al admitir una cierta narrativa, ésta nunca ha sido personal, sino que se cristalizaba alrededor de hechos colectivos, rutas de comercio por ejemplo, como en La ruta de la seda (1986), o hechos significativos del lenguaje como en Noche, decían (1987), pieza que partía del sorprendente parentesco de la palabra “noche” y “ocho” en todos los idiomas indoeuropeos.

4.- Otra de las constantes de sus trabajos ha sido la exploración de lo que usted ha llamado “ángulos ciegos”, ámbitos que quedan en el límite de lo que puede ser mostrado o dicho, lo que queda en las sombras de la racionalidad, ¿de qué manera cree que su labor artística le ha permitido acceder, tratar y mostrar a los demás algo sobre este territorio?

Eva Lootz: Con el tiempo he ido enfocando puntos ciegos de la tradición, de las costumbres, me he fijado en juegos que guardan huellas de la evolución, como el de las peonzas o el juego de “las cunitas”, me he ocupado de zonas dejadas de lado por la atención generalizada.

Dado mi interés por las materias, me fui fijando en los lugares y los pormenores de la extracción de los metales, de la piedra, de la sal, del mercurio: en Riotinto, las Médulas, Almadén, Chuquicamata, Porriño, Carrara, Muqqatam, Torrevieja; asimismo en las vías de transporte y comercio, y en cómo ese “teatro de la materia” es un motor del devenir de la Historia.

Llegué al convencimiento de que, al margen de la historia del arte tradicional, el auténtico retrato de una época que tuvo su religión en el progreso, los verdaderos monumentos de la segunda revolución industrial, hay que buscarlos en lugares como Corta Atalaya de Riotinto, en el Canal de Suez o en el de Panamá.

En mi caso, no es que tenga vocación de sacar a la luz tesoros ocultos como hacen los arqueólogos, sino que he querido mostrar que no hay mirada inocente, que las convenciones de la mirada están selladas por los intereses del poder que decide aquello que será visible y aquello que pasa sin ser notado; mostrar que la admiración de los monumentos y las proezas del ingenio tiene un reverso en la infravaloración de la materia y el desprecio por quienes, por carecer de propiedad y medios de producción, cargan con el peso de un trabajo físico en régimen de semiesclavitud. Mostrar que lo que parecía ser fruto de la “naturaleza de las cosas” obedece en realidad a una estructura del pensamiento.

Y esa misma estructura del pensamiento que opone materia y forma, cuerpo y espíritu, rostro y máscara, naturaleza y cultura, ha afectado de manera decisiva al papel asignado a la mujer, con las consecuencias que todos conocemos. Y que es nuestra tarea transformar…

5.-Cuando se leen sus escritos acerca de su obra, da la impresión de que usted intentase pensar el mundo a través de sus creaciones, ¿en qué medida su trabajo artístico le sirve a usted para pensar el mundo?

Eva Lootz: A mi modo de ver, el o la artista, en el mejor de los casos y muchas veces a pesar suyo, genera nuevos mapas de la conciencia y contribuye a renovar estructuras caducas del pensamiento.

Por mi parte, cuando trabajo, converso con las materias, con sus propiedades, con técnicas, inventos y procedimiento. En la medida de mis posibilidades, entablo diálogo con la ciencia, con campos del saber, me sumerjo, me dejo llevar, navego, viajo, en definitiva.

El arte puede ser ese campo que, haciendo te hace. 

Quién sabe, tal vez hasta se podría decir que mi trabajo es el resultado de haberme instalado en una cierta carencia de ser. Pero en el sentido de Deleuze: el ser en cuanto no-ser es potencia, es devenir.

Es decir, ya no en el sentido cuyo eco aún ha llegado hasta nosotros y según el cual la feminidad es un puro disfraz del no-ser, vistoso y cotizado, eso sí.

6.-Usted siempre ha manifestado su interés por el psicoanálisis, en especial por el psicoanálisis lacaniano. No es extraño encontrar en sus trabajos referencias a Edipo, al Traumdeutung, al Fort-da, a los nudos, ¿Cómo se produjo su encuentro con el psicoanálisis? ¿Qué ha significado para usted dicho encuentro? ¿Cómo ha influido en usted como artista?

Eva Lootz: Lacan me interesó por unas cuestiones muy concretas: por el análisis de la mirada que hace en el Seminario 11 y que implica una revisión del modelo de la visión, tal y como lo estableció el Renacimiento. Es, junto a Merleau-Ponty, el autor que decididamente introduce el tema de la reciprocidad de la mirada, desarrollado luego por George Didi-Huberman. 

También me interesó por el tema de los nudos. El nudo, vinculado a lo más arcaico del ser humano, no puede ser escrito, a duras penas dibujado, es anti-discursivo, introduce una tercera dimensión. En las figuras de los nudos, tal como los practican los pueblos originarios y como los he ido aprendiendo en parte, está implicada además la dimensión del cuerpo.

Las figuras del nudo, igual que el análisis, son intransferibles, el nudo no hay más remedio que hacerlo.

Proponer, como hace Lacan, el nudo borromeo como modelo teórico de una subjetividad plenamente constituida, imbricarlo con el lenguaje y desarrollar toda la temática que eso implica, me ha parecido siempre una contribución extraordinaria.

www.evalootz.net

Esperanza Molleda. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y de la AMP.

molledafme@gmail.com

1Lootz, E., Presentación de la exposición “La canción de la Tierra” en http://www.promociondelarte.com/tabacalera/noticia-151-eva-lootz-la-cancion-de-la-tierra.